'La primera imagen que guardo en mi memoria' es la expresión que tenía pensado utilizar para comenzar este artículo, hasta que he caído en la cuenta de que la acción de guardar implica voluntariedad, elegir entre el recuerdo y el olvido, y exige una cierta madurez biológica y emocional, y dado que mi primer recuerdo visual es de cuando tenía apenas dos años, he de concluir que esa imagen no la guardé yo conscientemente, sino que se coló en mis neuronas justo cuando el pequeño tamaño de mi cerebro comenzó a ser suficiente para almacenar recuerdos visuales de modo permanente.
No es una acción voluntaria, ni una elección consciente, como la que ejercemos cuando limpiando un cajón de cosas viejas, elegimos conservar una fotografía o depositar en el cubo que contiene solo papel para su reciclado, la imagen fijada cuyas figuras no reconocemos. Si alguna vez fueron sujetos entrañables para alguien, el inexorable paso del tiempo los ha situado en el lado de las personas anónimas cuya identidad desconocemos.
(...)
Cuando se trata de fotografías que tienen para nosotros un valor entrañable, solemos tenerlas tan presentes en nuestro entorno doméstico, que su presencia no requiere de un ejercicio de memoria. Las vemos a menudo, pero no quedan impresas en nuestras neuronas, en nuestro archivo visual permanente.
Mientras escribo estas líneas, contemplo una de esas fotografías entrañables, en la que aparecen mis tres hijos y mis dos nietos, y siento una carga emotiva que emana de esa imagen, pero mi memoria es incapaz de reproducirla sin su soporte físico, la foto, en cambio puedo ver al niño de dos años que fui, asomado al patio trasero del bajo en el que transcurrió mi primera infancia, con solo evocarlo, o la figura de mi mujer, hace medio siglo, andando presurosa por una calle del barrio, y ladeando la cabeza a modo de saludo desde la distancia, cuando ella se dirigía a su trabajo, y aprovechábamos esa oportunidad para nuestros breves encuentros cotidianos de enamorados.
Alguien dirá que ese mecanismo de la memoria es un signo de envejecimiento. Se dice que las personas de edad agudizan su memoria para los hechos pasados, y sin embargo tienden a olvidar las cosas mas recientes, la cita para el médico, por ejemplo.
Lo que a mi me interesa, sin embargo, es destacar la importancia de la fotografía como testigo de la memoria de la vida pública, que pude constatar ayer al visitar la exposición 'FRAGMENTS', una muestra de foto periodismo que se puede ver en el espacio de LA NAU, en la Universidad Vieja de Heliópolis, un espacio mas tolerante para la crítica que el del MUVIM, donde una muestra semejante fue censurada el año pasado.
Aunque las fotos de la muestra reflejan sucesos actuales, se han incluido tres o cuatro del año pasado, en las que aparece Román de la Calle, director del MUVIM entonces, y que dimitió de su cargo, por las presiones censoras que recibió a través de la Diputación, entidad de la que depende el museo.
Los periodistas fotográficos se llevaron entonces la muestra a una galería privada y reclamaron la solidaridad de sus compañeros. Estaban bastante indignados por el hecho de que un trabajo fotográfico que solo reproducía la realidad, fuera censurado en un país democrático, pero así fue.
Entonces presidía la Diputación Alfonso Rus, del PP, el campeón de la zafiedad de la política valenciana, seguido en segundo lugar por Serafín Castellano. Rus no ha dimitido de esa Presidencia, aunque parezca increíble. La Diputación, hay que recordarlo, como la Consellería de Gobernación, son dos apéndices de la administración del viejo régimen que hoy no tienen razón de ser.
Para que cojones necesita la Diputación, un Estado democrático que tiene cubiertos tres niveles de gestión pública, el local, el autonómico y el central. Si no se han cercenado las Diputaciones es porque todavía ejercen ciertas competencias, pero, sobre todo, por los sillones de poder que todavía se pueden ocupar allí. Un argumento absurdo, cuando esas competencias pueden ser transferidas, sin mayores problemas, a los restantes entes administrativos.
Lo que nadie podía sospechar es que la Diputación pudiera ser usada, en Heliópolis, para imponer una censura tan zafia y brutal como la que ejerció el tipo que todavía la preside, porque un trabajo periodístico no fue de su agrado.
Del mismo modo que las diputaciones son un resabio de la etapa de la dictadura, así las Consellerías de Gobernación, incluso las Delegaciones del Gobierno central en las Comunidades Autónomas, son entes que tienen su origen en los Gobiernos Civiles franquistas y no hay ninguna razón que impida su desaparición, en estos tiempos en los que la austeridad está de moda.
Esta maraña obsoleta fue el soporte administrativo del acto de censura
perpetrado el año pasado. Veo las fotos expuestas ahora y no me parece que la imagen algo tétrica, si, de Camps, delante de un escaparate con unos trajes, y el pie de foto que informaba de que nuestro Presidente estaba metido en líos judiciales, fuera contraria a la realidad informativa, pero se ve que la memoria política del partido popular en Heliópolis también es selectiva. Solo quieren guardar en su memoria, y que los ciudadanos guarden en la suya, las imágenes mas agradables. Las otras, las que no les gustan, como en los tiempos de Stalin, las borran de la realidad.
Lo malo de estos tipos como Rus no es que sean zafios, que también, sino que utilizan métodos estalinistas, después de mas de medio siglo de democracia en Europa.
En fin. Imágenes.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 19-02-11.
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