viernes, 25 de febrero de 2011

MÁSCARAS

Empujé la puerta cristalera del Salón Noble del Ateneo Mercantil de Heliópolis, impulsado por la curiosidad que me produjo el cartel del vestíbulo que anunciaba la exposición de una colección de máscaras cedidas por el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica.

Al entrar en el salón vi, a la izquierda, el espacio destinado a la exposición. A la derecha, otra colección, mas numerosa, de socios declinantes de esta institución decadente que lucían, todos ellos, la ausencia de expresión, un aire de rigidez inexpresiva que el tiempo deposita lentamente en la máscara que todos llevamos puesta y, por un momento, pensé que el objeto de la muestra no eran las máscaras de madera policromada que se adivinaban entre los ligeros biombos que servían de soporte a la muestra artesanal, sino la otra colección, la del personal que permanecía, estático, sentado alrededor de los veladores, como en una puesta en escena de una película de Visconti o Fellini.

Los Ateneos Mercantiles fueron en su mejor época viveros intelectuales de gentes con inquietudes políticas y artísticas, además de una expresión burguesa de la llamada sociedad civil. Siempre he preferido los Ateneos Libertarios a los Mercantiles, pero tanto unos como otros ahora se parecen, sobre todo, a los centros de día donde los ancianos distraen su ocio, sin que queden apenas rastros de las inquietudes intelectuales que acompañaron su época mas floreciente.

Mi padre, que fue carbonero, estibador, y un notable jugador de cartas que tuvo la memoria fotográfica y numérica privilegiada que se requiere para ser una gran jugador, y la formación técnica obtenida desde los ocho años en las calles del barrio chino, donde, a tan temprana edad, el público adulto que participaba en las apuestas le confiaba su dinero cuando jugaba al Golfo, frecuentó el Ateneo en su época de decadencia.

En ese entorno senil y declinante, mi padre compartía partidas de cartas con ex directores de banco, brokers de media jornada, abogados que ya habían cedido el bufete a sus hijos, 'corredors d'orella', y otros profesionales liberales con una formación académica de la que el carecía, pero con su astucia de niño crecido en las calles, se contenía para no desplumarlos, limitaba sus ganancias para no ser excluído de las partidas, y así se ganaba un sueldecito regular, con esa técnica del ordeño, que complementaba su exigua pensión. Actuaba como los jugadores que en el argot de los casinos se conocen como 'jornaleros'.

Mi padre, cuando jugaba, también llevaba puesta esa máscara inexpresiva indispensable entre los jugadores que no quieren traslucir con la expresión de su rostro si el juego que llevan es o no un farol.

Concluida mi visita por las máscaras de los socios del Ateneo, me dediqué al objeto de mi atención. La exposición de máscaras de madera policromadas.
(...)
Las máscaras, antes de ser expuestas, han sido objeto de un proceso limitado de restauración por el 'Institut Valenciá de Conservació de Béns Culturals', aunque su origen es centroamericano. Proceden de Nicaragua, Guatemala, México y Perú. La influencia africana está presente en el soporte, la madera, pero la policromía y el carácter de representación de los personajes populares que evocan
son típicamente centroamericanos, y se usan en diferentes fiestas y conmemoraciones civiles y religiosas, en los lugares de donde proceden.

Algunas de estas máscaras representan personajes de la época colonial, gobernadores españoles, y la careta de burro que se exhibe tal vez forma parte de alguna representación bufa en la que parece que subyace una afirmación de lo propio, y una burla a la autoridad.

La colección incluye 83 máscaras, pero buena parte de ellas son variaciones del mismo personaje. Las fotografías expuestas dan mas información sobre los actos populares en que han sido usadas.

El folleto que me sirve de recordatorio para escribir estas líneas, enfatiza el papel del mascarero, artesano que todavía las realiza, preservando una tradición antigua, y que mantiene vivas las distintas tipologías, atendiendo a cada festividad a la que van destinadas, aunque, cada generación de mascareros las reinventa, de modo que con el tiempo, las máscaras se van modificando, se actualizan y permanecen vivas.

Como las máscaras de la comedia d'il arte venecianas, --conservo tres máscaras que le compré a un artesano en una breve estancia en Venecia-- también las máscaras de esta exposición están relacionadas con representaciones teatrales populares, pero así como las venecianas son de papel maché, y representan a Arlequín, Pantalone, Colombina, las de esta exposición entroncan mas con sus raíces africanas y los mitos coloniales y pos coloniales.

Una exposición interesante que se puede ver en el Ateneo Mercantil de Heliópolis, Plaza del Ayuntamiento, aunque si deseamos contemplar una máscara auténtica, enigmática, tal vez no sea necesario desplazarse. Basta con que cada uno se siente frente al espejo y contemple, con atención, la suya propia.

En fin. Máscaras.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 25-02-11.

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