sábado, 26 de febrero de 2011

EL VUELO DE LA GAVIOTA

He bajado al Maravillas y, de camino, he visto el vuelo lento y pesado de cuatro gaviotas que viajaban de Este a Oeste, en dirección a los vertederos, para desayunar. La gran envergadura de estos bichos parecía indicar que la excesiva ingesta cotidiana de basura que su metabolismo aviar parece ya incapaz de procesar, los está convirtiendo en una especie cada vez menos dotada para el vuelo, que tal vez termine por afincarse definitivamente en las tierras interiores, lejos del mar.

(...)
El vuelo de la gaviota fue una metáfora felizmente elaborada por Richard Bach, piloto estadounidense y escritor con docena y media de títulos publicados que reseña Wikipedia, cuyo libro mas famoso, 'Juan Salvador Gaviota', fue editado en 1.970, cuando los ecos libertarios de las revueltas callejeras del 68 en París aún tenían su influencia en las preferencias de los editores, y la libertad era un valor en alza.

Es, además, una estimulante demostración que insiste en como la superación personal contribuye al crecimiento del individuo, lo que no está nada mal en los tiempos que corren, algo habitados por una cierta resignación melancólica de los mas jóvenes y menos favorecidos por las ventajas de la sociedad actual, que también las hay.

El año en el que se editó ese libro, yo ya no era un lector juvenil, tenía veintisiete años, trabajaba desde los trece, primero en una consultoría fiscal, luego en una empresa de suministros industriales, y la publicación de Juan Salvador Gaviota coincidió con mi paso por una empresa gasística a punto de entrar en una crisis financiera, que coincidió con mi propia crisis personal.

Cuando uno está mas o menos en crisis, suele leer mas. Fui un lector tardío, porque mi temprana incorporación al mundo laboral, mi abandono precoz del colegio, me apartó de los intereses lectores que luego recuperé como una necesidad imperiosa de entender un mundo en el que no me sentía cómodo.

Supongo que por esa razón realicé lecturas que otros hacen a una edad mas temprana, como la de Bach, la de Exupéry (El Principito), o la de Juan Ramón Jiménez, con una sensación de descubrimiento algo tardía.

Nunca es tarde para nada, ni siquiera para los que hemos nacido demasiado pronto. Nacer demasiado pronto es una expresión que repetía una persona anciana a la que conocí, y le daba un significado optimista y confiado en el destino de la humanidad, pues suponía que el progreso es la línea natural de la vida y siempre te pierdes algo que no alcanzas a ver de ese progreso.

Una actitud radicalmente distinta a la de mi amigo indiscreto que, la otra tarde,
mientras tomábamos café en una terraza confesó, cariacontecido, que había llegado tarde a todo. Confieso que esa declaración me impresionó, por lo que supone de reconocimiento de un fracaso personal, que a mi me pareció subjetiva, la expresión de un estado de ánimo negativo, mas que la conclusión objetiva de un relato personal.

Nunca se llega demasiado tarde a nada, como nunca se nace demasiado pronto, ni demasiado tarde, simplemente se nace, o nos nacen, y lo que uno haga o deje de hacer después, es de su exclusiva responsabilidad, con la concurrencia del azar.

Las gaviotas cuyo vuelo pesado he visto esta mañana, parecían acostumbradas a vivir entre la basura, a juzgar por su tamaño, que sugiere que han optado por comida abundante y fácil de obtener. Ignoro si otros ejemplares prefieren la actitud mas deportiva, mas esforzada, de sobrevolar el mar para buscar su dieta de pescado. Espero que algún biólogo marino me aclare si esa preferencia de las gaviotas por la mierda puede producir mutaciones en la especie.

Los humanos no están exentos de esa misma elección, volar libres de manera esforzada y deportiva, o acomodarse cerca de un vertedero para obtener alimento abundante y fácil, huyendo de los aleatorios resultados y de los riesgos de la libertad personal.

Muchos prefieren juntarse con otros de sus mismas preferencias, formar tribus cohesionadas por sus intereses comunes, luego, a veces, se identifican con siglas y, en casos extremos, eligen la gaviota como elemento de representación de su identidad política.

En Heliópolis, hay una cierta identidad entre los ejemplares de gaviota, sobrealimentadas de basura, que navegan con sus anatomías pesadas por el cielo urbano en su travesía cotidiana desde sus dormideros a los vertederos del interior, y no pocos políticos, mas de la derecha que de la izquierda, no por que estos tengan mayor mérito, sino porque aquellos tienen su hábitat mas cerca de los recursos públicos, realizan el mismo desplazamiento todos los días.

La pregunta, para un psicólogo social, un sociólogo, un polítólogo, quien sea, sería si los hábitos de vivir entre la basura que manifiesta una parte sustantiva de nuestra clase política, con el President al frente, podrían indicar una mutación creciente que afectará a toda la especie, o por el contrario, prevalecerá, a mas largo plazo, la actitud de quienes desprecian la basura y vuelan como algunas gaviotas sobre las inmensidades marinas en busca de pescado, mas difícil de obtener, pero que huele mejor.

Yo, la verdad, no tengo ni idea.

En fin. El Vuelo de la Gaviota.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 26-02-11.

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