miércoles, 9 de febrero de 2011

RENOVACIÓN

"En mi dilatada, intermitente, a veces surrealista dedicación como responsable financiero de empresas moribundas de variados sectores, adquirí una cierta experiencia en los procesos de renovación de la deuda financiera de las empresas, lo que me permite opinar ahora, con conocimiento de causa,sobre la deuda de las Administraciones Públicas, que veo tratada con demasiada ligereza por políticos, periodistas y opinantes quienes, al parecer, carecen de experiencia suficiente del significado del concepto que tan alegremente manejan,aunque debo reconocer que yo mismo, influido por sus mensajes, he caído en alguna página en la misma ligereza. Conviene precisar, para clarificar mejor lo que está pasando con la Deuda Pública, el concepto de renovación.
(...)
Renovar, según el escueto tratamiento que da mi viejo Espasa a la cosa, es 'Hacer como de nuevo una cosa, o volverla a su primer estado', 'Trocar una cosa vieja, o que ya ha servido, por otra nueva'. Esta definición es la que mas me gusta, de puro surrealista que parece: 'Consumir el sacerdote las formas antiguas y consagrar otras de nuevo'.

Como se ve, ninguna de esas definiciones es adecuada para entender lo que es la renovación en el plano financiero. Podemos suplir esa insuficiencia de nuestros expertos en lingüística, aventurando que renovación, en el argot financiero, es la novación de una deuda, es decir, la prolongación de su vencimiento, sin alterar el montante de la deuda. En términos mas líricos, podríamos decir que la renovación es una compra de tiempo, o, como decía un patrón para el que trabajé, al que llamaban Juan el del Yate, 'ya te pagaré'.

En el ámbito privado, el de las empresas moribundas donde trabajé durante casi treinta años, ahora todas cadáveres enterrados, por lo que algunos colegas de profesión dieron en llamarme Enrique El Sepulturero, el acto de renovación de deudas
tenía dos partes, la Empresa y las Entidades Bancarias acreedoras. Se trataba de negociar con los bancos una prolongación de las deudas empresariales, sin aumentarlas, bien mediante la renovación de los créditos bancarios concedidos a las empresas, bien mediante la novación de los vencimientos de efectos financieros, vulgarmente llamados 'pelotas'.

Aquella curiosa actividad yo la veía mas propia de un mago o un demiurgo, que de un especialista financiero, puesto que en realidad yo era un 'comprador de tiempo'. Aquellas transacciones, aquellos acuerdos, vistos ahora, con la distancia,
solo eran la prolongación artificial de la vida de unas empresas que, enchufadas al respirador de la renovación de sus deudas, dilataban el momento de su muerte jurídica.

Naturalmente, en esa compra de tiempo, si bien el principal de la deuda no aumentaba, se pagaba un precio. Los intereses, habitualmente mas elevados que los que pagaban las empresas con menores dificultades y mayor solvencia, que supongo que existían, pero yo solo conocí una o dos.

Las empresas que yo conocí durante mi vida activa, las que formaban la trama empresarial de Heliópolis, digamos desde los años setenta a los noventa del pasado siglo, descontadas un par de ellas que pertenecían a grupos de primera fila en distintos sectores, fueron en general empresas familiares con una salud financiera precaria, y todas están muertas. Las que aún sobrevivían, las engulló la crisis, aunque yo tuve la suerte de escapar del mercado laboral hacia el dolce far niente y el periodismo de Blog, un poco antes.

He dicho que me llamaban Enrique El Sepulturero, porque solo me contrataban empresas que estaban en estado terminal, por mi reconocida capacidad negociadora para renovar sus deudas, pero hubo un Inspector de Hacienda de los de antes, de los que tenían una formación semejante a los Abogados del Estado, que me dijo en cierta ocasión que mi trayectoria profesional tenía un perfil casi bíblico, porque trabajé en un gran grupo vinatero, después con un constructor de maquinaria panificadora, --duré quince días porque el hermano tonto del socio mayoritario me puso la proa-- y el inspector, que era Paco Martos --no le molestará que lo diga, igual ya ha palmado-- me dijo, 'usted está especializado en alimentos bíblicos, primero, el vino, luego, el pan, solo le falta la sal.' En. fin.

Todo este largo preámbulo viene a cuento para documentar que lo que voy a decir de la Deuda Pública, está inspirado en una dilatada experiencia personal en el campo de la renovación de la Deuda, que es justo lo que estan haciendo el Gobierno Central y las Comunidades Autónomas, pero lo están explicando muy mal.

La Deuda Pública, tanto zapateril, como autonómica, tiene sus vencimientos, oiga. Para atender esos pagos, hay que emitir nueva deuda, que permita amortizar la vieja. Por lo tanto, quienes estamos criticando ácidamente la emisión de deuda nueva del gobierno central, o el acuerdo de Zapatero con Artur Mas, casi siempre lo hacemos sin considerar que esas emisiones no van destinadas a aumentar el monto final de la deuda, aunque temporalmente puedan tener ese efecto, sino que su destino es atender
compromisos adquiridos previamente, con lo que el endeudamiento final, no se incrementa, aunque esa compra de tiempo, que eso es lo que es, genere unos intereses con cargo a las cuentas públicas.

Esto es así, porque la situación actual no permite generar recursos para disminuir la deuda y, hasta que no cambie, solo podemos aspirar a mantenerla y a cumplir los vencimientos con nuevas emisiones, y esto vale tanto para el gobierno central, como para los autonómicos.

No es objetivo rasgarse las vestiduras porque el gobierno central permita a Catalunya lanzar nuevas emisiones para atender los vencimientos ya contraídos, y es una mentira podrida, el argumento demagógico de Cospedal de que eso es para pagar el derroche del tripartito.

Aquí hemos derrochado todos, el primero, Camps. Cuando tomo el autobús número 35 que va a la Ciudad de las ciencias y oigo los elogios de los extranjeros sobre nuestras maravillas arquitectónicas, nunca se me olvida que no las hemos pagado.

La Deuda Pública es un asunto demasiado serio para tratarlo con ligereza, con demagogia, porque, ahora mismo, es un obstáculo formidable para que la Banca de crédito a las Empresas, ya que sus recursos están en el ladrillo y en la Deuda.

Lo que está haciendo Zapatero es muy semejante a lo que hace cualquier financiero que intenta sostener una empresa en crisis. Está renovando la deuda. Es un comprador de tiempo. A diferencia de una empresa mercantil, España es demasiado grande para quebrar. Aunque con lentitud, hay que esperar que la situación mejore. Cuando Zapatero se vaya, o lo echen, sería mas justo que fuera recordado como 'El Renovador', no como 'El Sepulturero', eso no sería bueno para nadie."

En fin. Renovación.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 9-02-11.

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