martes, 8 de febrero de 2011

PERPIGNAN

Hubo un tiempo, antes de que el finado muriera de muerte natural, retardada con encarnizamiento clínico por cuestiones de gabinete y puesta en escena -Había que enseñar a lloriquear al sanguinario Arias Navarro para que dijera entre pucheros la famosa frase, 'Españoles, Franco ha muerto' con algo de convicción, no fuera a ocurrir que la población, acostumbrada durante cuarenta años a su compañía, no se lo creyera-- en el que los españoles que podían peregrinaban, unos a Lourdes por cuestiones milagreras, otros a Perpignan, para ver el culo de María Schneider, recientemente fallecida, atacado por un Marlon Brando que estaba a punto de entrar en decadencia.
(...)
Ahora nos quejamos, algunos, de las prohibiciones. Los fumadores, de la aplicación rigurosa de la ley del tabaco, los partidarios de la velocidad, por ejemplo en Barcelona, de los razonables límites que impuso el tripartito, para circular por las vías urbanas, antes de ser fulminado en las elecciones.

Ha sido llegar Convergencia al poder en Catalunya y ya tiene preparados los carteles para anular esa prohibición. Cuando se retire Zapatero, el ojeroso, si no le sustituye el calvo, tal vez el Partido Popular haga aplicar diecisiete reglamentos autonómicos para que el asunto de la fumada se lo ventile cada autonomía según el sentir de su federación de hosteleros respectiva, a menos que no saque mayoría absoluta y los nuevos Pujolistas vuelvan a chalanear con sus votos de emergencia y el PSOE se salve in extremis y siga en estado crítico, pero enchufado al respirador de Convergencia.

Converger, lo que se dice converger, no lo hemos hecho en Heliópolis en los años de bonanza porque, después del banquete que se han dado algunos, que ha durado por lo menos un decenio, nuestra aldea autonómica parece que ocupa el puesto treceavo entre las regiones europeas con las que se compara.

Por otro lado, el milagro de la resurrección de Convergencia en Catalunya, después de la ejecución electoral del tripartito, parece, mas que un progreso, un regreso a los tiempos de Jordi Pujol, del chalaneo con Madrid, de los lios corruptos en palacios de la música y sedes partidarias, y la vuelta a la regulación del tráfico sin considerar la salud ambiental de los barceloneses.

Los cambios que se están produciendo en España, y los que se van a seguir produciendo, tienen un aroma que los mas viejos tenemos la sensación de haber percibido ya. Nuestros jóvenes sin trabajo y emigrando, o a punto de hacerlo, a Alemania. Un Estado en quiebra, dependiente de influencias exteriores --de los acreedores-- para formular su política interior.

Mientras el finado estuvo vivo, se podía fumar en cualquier sitio pero, todo lo demás, estuvo prohibido. Libros, películas, periódicos, --hasta volaron el Diario Madrid, al mas puro estilo Al Qaeda-- elecciones democráticas, como si aquello fuera un régimen teocrático de los ayatolás, y la longitud de las faldas, un asunto de seguridad nacional. Ahora gozamos de unas libertades públicas incomparablemente mas amplias, pero, ya es mala suerte, joder, ese marco de libertades efectivas, coincide ahora con una situación socioeconómica terrible que afecta, sobre todo, a la población jóven.

En los setenta, yo también vi El Último Tango en París, junto con mi mujer, pero no en Perpignan, porque no íbamos a eso, sino en Paris, porque pasamos una semana en casa de unos amigos, y fue idea de ellos que su hijo menor nos llevara al cine. Mi mujer aún recuerda el sofoco que pasó, pero no por estar viendo el coito anal mas famoso de la historia del cine, sino porque nuestro acompañante le traducía al oído en castellano, de viva voz, los diálogos de la pantalla, ante la furia del público presente que consideraba, con razón, que aquello era de muy mala educación para los demás espectadores presentes. El chaval era muy joven, y solo se divertía con la situación.

Quedamos en que entonces, en España, todo estaba prohibído. Cuando cruzabas la frontera, de regreso, porque entonces, si, había fronteras, si llevabas un paquete de libros de Ruedo Ibérico para los amigos, eran libros prohibidos, si llevabas unos cuantos quesos de Camembert, supongo que también, y las únicas urnas que no estaban prohibidas eran las de los santuarios de Fátima y Lourdes. Las que tenían una ranura
para introducir el voto, esas estuvieron guardadas en algun almacén desde los tiempos de la República, llenándose de moho y telarañas. Conviene recordarlo, ahora, cuando algunos, yo mismo en mi calidad de fumador compulsivo, o algunos convergentes que tienen la compulsión de las altas velocidades, nos quejamos del autoritarismo del gobierno zapateril, o del extinto tripartito.

Lo que hasta hace tres años parecía una ola imparable de progreso económico, es ahora regresión económica y social. Los neoliberales imponen en Europa su ley, y los países periféricos, entrampados hasta las cejas, no se resisten. Hasta aquí, ya se ve que esta página no aporta novedad alguna a la contemplación del paisaje, pero una noticia aparecida hoy en 'Levante' le da una dimensión original a todo el asunto. Un tío montado en un Golf metalizado se dedica a arrojar piedras, aprovechando la oscuridad de la noche, a indefensos ciclistas en lugares algo distantes, Torrent o El Saler.

Ahora ya lo vemos todo mas claro. El del Golf plateado es el Hombre de Cromagnon, y los signos que se ven de nuestra regresión social y económica, nos van aproximando, gracias a la original actividad de este raro ciudadano, a la edad de piedra.

En fin. Perpignan.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 8-02-11.

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