miércoles, 7 de septiembre de 2011

CAFÉ DEL TIEMPO

Ayer bajé al Maravillas, a media mañana, porque el botón de arranque del ordenata, harto de ser considerado mercancía barata, encima sin salario, se puso de huelga y no arrancó ni pa dios.

Escribí esta página, a mano, sobre la barra del bar, en una servilleta, que traje conmigo para transcribir luego el 'testo'.

Pedí un café del tiempo a Tony, después del saludo protocolario post vacacional, pero me dijo que no.
(...)
El café del tiempo, por estos pagos, es un café frío, dulce, con hielo y una rodaja de limón, servido en copa. Hay quien le pone canela en rama. Eso son mariconadas.

El caso es que Tony explicó que acaba de reabrir el bar, que no tenía limón y que la botella que tenía con café, ya preparado, como las cámaras han estado paradas en el periodo vacacional, ha ido a la basura, con los demás consumibles que había en ellas.

--Tío, no hagas eso, antes de tirar el café a la basura avisa y nos daremos una fiesta.

O sea, que me sirvió un café normal, tirado en un simple vaso con un cubo de hielo. Un café con hielo, no un café del tiempo.

Menos mal que la operación de trasvase la realizó el, porque yo, con mi mano trémula, habría derramado la mitad del contenido. No es por los nervios, es por el litio que tomo desde hace treinta años. Tiene ese efecto secundario.

De todos modos, los nervios no los tengo perfectos, ahora. El tránsito de agosto a septiembre me causa un cierto desasosiego, un poco de sinvivir, como dicen los andaluces, por mi naturaleza tan singular de hombre planta, que trato de reconducir escribiendo hasta en la cabeza de un tiñoso.

Por suerte, la estancia en el Maravillas me serenó un poco, escuchando historias de pescadores sobre el tamaño de los anzuelos, que conviene que no sean mas grandes que los ejemplares jóvenes de ciertas especies, porque los asustan.

El 'Levante' estaba en manos de otro parroquiano y, cuando acabó con el, después de leer hasta el texto publicitario del anuncio de la última, di un vistazo a las páginas de opinión, pero juro que no me acuerdo de nada, tal fue el estado de relajación inducido al escuchar la conversación sobre pesca.

Café del tiempo. En una copa dispuesta con, no uno, sino dos cubos de hielo, y una rodaja de limón sano, se echa el café caliente, en el que se ha diluido medio sobre de azúcar, procurando no derramarlo, como yo. Se remueve un poco con la cucharilla, se deja enfriar bien y, si tienes la tensión por los suelos, como yo,
es muy estimulante y al estar diluido, te sienta bien.

Ayuda a seguir escribiendo, aunque sea de cosas domésticas, sobre una servilleta de papel.

En fin. Café del tiempo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 7-09-11.

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