martes, 20 de septiembre de 2011

HARÉN

Hoy he ido a tres bancos, después de tomar café en el Maravillas, como cuando estaba en activo y buscaba crédito para las empresas ruinosas que me contrataban. Primero al BBVA, a buscar lo que mi mujer llama, con su realismo apocalíptico, la limosna semanal. Luego a una Caja Rural, a pagar los gastos de comunidad de un piso en propiedad compartida, que no conseguimos vender ni de coña. Por último, lo mejor, a Bancaja, a pagar la matrícula del curso de teatro. Por cierto, la señora de la ventanilla llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo. Con la mano derecha le daba al teclado con un solo dedo. Se ve que era zurda. No sé.
(...)
Por fin, ya soy alumno del curso de teatro en un centro de Ciutat Vella y lo que he visto ha superado ampliamente mis expectativas. Yo estuve pensando en encontrar allí, tal vez, un paisaje nuevo y desconocido, como el de la Ermita del Fiscal, pero a juzgar por la composición del alumnado, una abrumadora mayoría de mujeres y una minoría de varones que no parecen especialmente dotados para la competencia, me veo, no tardando mucho, como en un harén, sentado en un trono como si fuera el jefe de Arabia Saudí, rodeado de huríes vestidas --es un decir-- con escasas veladuras y sus ombligos al aire, mientras ensayan la danza del vientre, o alguna escena de Las mil y una noches.

Esto pasa porque los tíos como yo, guapos y jubilados, están todos jugando al tute en los asilos, y renuncian olímpicamente al ocio activo compartido. No se atreven a entrar en el proceloso mundo de la mujer madura. Allá ellos.

Mientras tomaba un café en El Botijo, que así se llama el garito que está frente al centro, me ha dado un ramalazo de melancolía y, como no parece que mi carrera teatral pueda ya ser dilatada y bien retribuida, he pensado que, en lugar de donar mi cuerpo a los científicos, lo que les crearía un montón de problemas, lo dejaré a disposición de mis hijos para que abran el primer Museo del Machismo Ibérico, después de crear la oportuna Fundación, y hacerse con alguna subvención.

La única condición de mi legado será que mi garbosa figura --Si Ronaldo, somos los mas guapos, que se jodan los envidiosos, que cojones-- aparezca destacada en el mejor lugar del museo, convenientemente eviscerada, exenta de fluidos corporales y rellena con los productos adecuados para retrasar su putrefacción.

El panel informativo que se ponga junto a mis restos exhibidos, podría explicar
que soy un ejemplar relicto de la raza machista educada por las mujeres para no quitar los platos de la mesa, no fregar, no planchar.. y que pertenecí a un grupo étnico singular, el de quienes cocinan una vez a la semana.

La letra pequeña podría extenderse con algunas peculiaridades de estos ejemplares.
Por ejemplo, cuando cocinan, lo hacen con la pompa y prosopopeya de un general romano que vuelve victorioso de una campaña contra los galos.

Al servir la comida, suelen reclamar aplausos y laureles de las multitudes, como si la modesta fideuá fuera una catedral mallorquina decorada por Barceló, o se tratara de la Pietá de Michel Angelo Buonarota, en versión fideos.

Ahora, me voy a poner serio. Quiero declarar solemnemente que el ocio activo de las personas mayores es mucho mejor que el tute. Que la capacidad de aprendizaje de las personas es inagotable, y que lo mejor que he aprendido en estos años dedicados a esta actividad, tanto de profesores y profesoras, como de alumnos y alumnas, es algo que ya sabía, que ellas, las mujeres, son lo mejor que alguien haya puesto en este mundo, y que aún nos queda mucho por aprender de ellas.

Ya lo sabía porque, después de medio siglo de afortunada convivencia con mi mujer, nunca termino de aprender de ella. No deja de sorprenderme.

Olvidaba decir que, por un raro azar, uno de mis compañeros matriculados trabaja en el Museo de Prehistoria. Me gusta mas visitar museos que comer con los dedos.
Tal vez, si cuido esta valiosa posible relación, algún día pueda ver parte de los fondos ocultos del museo, que no están a disposición de quienes lo visitan. Eso ya sería la hostia.

Igual, se puede firmar, en su día, un convenio de colaboración entre el Museo de Prehistoria y la futura Fundación de la que mis hijos serán patrones. Un intercambio de fondos, el Machista Relicto, a cambio de una figura funeraria egipcia. No sé.

En fin. Harén.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 20-09-11.

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