He bajado al Maravillas y, Tony, como siempre, al verme se ha puesto a preparar un café con leche. Lo nuevo es que, antes de terminar la faena, me ha preguntado, ¿Le quito la fuerza..?.
Yo sabía de la existencia del descafeinado, pero ignoraba que se pudiera modular con las artes de la cafetera, la fuerza del café. Al parecer, no se trata de hacerlo corto o largo, mas o menos cargado, es otra cosa. La fuerza del café.
Ignoraba también la precisa capacidad de observación de Tony quien, sin yo decir nada, ha intuido, con esa sabiduría ancestral de los camareros, solo ojeando mi rostro, que tal vez me conviene sentirme algo mas sereno, y el café con toda su fuerza plena no es lo mas indicado, por eso ha hecho una pregunta que nunca había hecho antes, ¿Le quito la fuerza..?.
(...)
Lo interesante no es tanto la pregunta, sino el momento en que la hace, porque siento que estoy en una etapa delicada de la vida, no se si crítica o de transición, y es curioso como alguien que te ve todo los días durante años puede percibir eso, incluso con mayor claridad que tu.
Somos, entre otras cosas, una combinación variable con el tiempo de salud/enfermedad, capacidad/incapacidad, y hay algunos signos claros que suelen indicar cuando algo está cambiando en esa relación.
Por ejemplo, el sueño. Se ve que duermes mal, me ha dicho Tony, después de preguntarme sobre la fuerza del café. El sueño es un regulador necesario de la actividad nerviosa. Los ciclos regulares de sueño y vigilia facilitan esa sensación de bienestar necesaria para una vida relativamente sana.
Cuando algo se rompe en ese círculo, un ligero malestar puede sustituir el bienestar, bien por hábitos inadecuados, por alguna patología, o, simplemente porque, al avanzar en la edad se retrocede en horas de sueño.
En mi caso, esas tres causas creo que se cruzan. Empecemos con los hábitos. Para arribar con suavidad a las costas del sueño, no es conveniente estar dando vueltas a las palabras del Blog hasta la hora de acostarse. Puedes quedarte encallado en esos remolinos, dando vueltas hasta las tres de la mañana, hasta que te tiras al agua y alcanzas nadando la playa del descanso.
Es mejor un paseo por la tarde, tomar un café menos, una cena ligera, y abandonar el ordenador seis horas antes de acostarse.
En cuanto a la patología, tengo la singularidad de cultivar una patología durmiente, que mantengo agazapada con el uso del litio, pero nunca se sabe cuando puede despertar.
Edad, ya tengo la mía, pero hasta hace nada, antes de que llegaran los calores inmisericordes del estío, dormía como un tronco, mis ocho horas largas, sin levantarme una sola vez,ni para las necesidades líquido fisiológicas.
Ahora he perdido la regularidad en el sueño y no se porqué. Un camarero experimentado se ha dado cuenta en seguida, antes que mi psicólogo, aunque Agustín dirá, con toda razón, el camarero te ve todos los días, tío, y a mi hace diez años que no vienes a verme.
Sospecho que la patología durmiente no tiene nada que ver en esto. Es mi manía de dar vueltas a las palabras del Blog, incluso después de apagar el ordenador, y tal vez la llegada a una etapa de la vida en la que, de modo natural, el avance en la edad hace retroceder las horas de sueño, lo que me tiene con esa vaga sensación de malestar que no acierto a definir.
Cualquiera sabe. Y ahora, ¿donde pongo esto? Es muy corto, no es un ensayo sobre el sueño, como el de Sábato sobre la ceguera, ¿o es de Saramago?, bueno, el informe sobre ciegos, quiero decir, ese si que es largo.
Bien. Lo pondré en Artículos y Ensayos. Total, ¿que mas da?
En fin. La fuerza del café.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 8-09-11.
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