viernes, 23 de septiembre de 2011

LA DEUDA

Ahora que ya he cumplido con mis gestiones, y después de cocinar una fideuá con Wagner como música de fondo, servirla acompañada de trompetas triunfales y exigir los oportunos laureles y aplausos por mi magnánimo gesto, luego de compartirla con mi mujer y tomar un café del tiempo en el bar de abajo, ya estoy en disposición de ocuparme del Blog sin la precipitación de esta mañana, aunque he vuelto a comprobar que la escritura apresurada tiene la virtud de conducir directamente al grano, evitando rodeos y florituras que solo complican el resultado.

La cosa va de la Deuda.
(...)
Si nos atenemos al número de veces que la palabra deuda aparece en todos los medios de comunicación, escritos, visuales o cibernautas, cómo se la relaciona con la génesis de la crisis económico financiera que nos envuelve, y cuantos articulistas insisten en la idea, que a mi me parece un tanto bíblica, de que todos tenemos la culpa de lo que pasa por habernos entregado al pecado nefando del endeudamiento sin ningún freno, la sensación que te queda es que los actuales ciudadanos somos los inventores de la deuda, que antes del boom de la década prodigiosa, tal cosa no existía, al menos en la proporción y la importancia con que ahora se muestra.

Esa sensación es comprensible, si consideramos que la tele pública informa todos los días, como si del parte meteorológico se tratara, de cuanta deuda ha colocado el Estado, cual es la prima de riesgo, cual su diferencial con tal o cual país, la cultura de la deuda, bien como recurso del presupuesto, bien como pecado, no solo es algo omnipresente, sino que se perfila como algo propio y característico de nuestra civilización mas reciente.

Siento llevarlos a la desilusión, pero no hemos inventado nada. Cuando casi era un crío, y ya trabajaba en una consultoría fiscal, los libros de cuentas que emborronaba por cuenta de los clientes incluían algunos títulos de deuda del Estado, que formaban parte de los activos de esos clientes. Adivinen como se llamaban esos títulos.

DEUDA PERPETUA INTERIOR. Hago énfasis en la palabra PERPETUA. Perpetua, como se indica, quiere decir PARA SIEMPRE, ETERNA. O sea, nada de gilipolleces de a corto o largo plazo, tal o cual vencimiento, no señor. Por toda la puta eternidad.
Y por esa deuda el Estado pagaba el cuatro por ciento. Ahora podría retribuirse
con un tipo de interés que fuera la media de los tipos europeos.

Ahora se la cogen con papel de fumar antes de emitir deuda, que si a tal plazo, o tal otro, que si a corto o a largo, y es que no tienen huevos de sacar una deuda
eterna.

Comprendo que el concepto de eternidad sobrecoge, pero cuando se trata de salvar a la patria de la hecatombe, perdón, de la devastación, como es el caso del Conseller Vela y las finanzas autonómicas de Heliópolis, y contando con el sentido patriótico de nuestras clases adineradas, yo haría una consulta a las agencias de calificación, ahora en manos de pandillas de gangsters de Chicago, para ver si una emisión ilimitada de esa naturaleza, por el carácter casi sobrenatural de su vencimiento, podría dejar de ser computada a la hora de valorar la cuantía de nuestro endeudamiento comunitario.

Esto vendría a ser lo mismo que una derrama comunitaria, exigida solo a los mas ricos. O sea, se divide la deuda actual entre quienes puedan pagarla, ¿a cuanto salimos? se paga, se permutan esos títulos por la Deuda Perpetua y ya está. Como diría Xavi Castillo, refiriéndose a la generosidad de nuestro presidente de la diputación Rus con los recursos públicos. ¡Aixó eu pague yo!

La solución a los problemas financieros generados por la crisis y la mala gestión no es tan complicada como parece, solo hace falta un poco de voluntad colectiva y voila, a empezar de cero.

Brindo la idea al Conseller Vela. Puesto que le he criticado algo en la entrada anterior, ahora le propongo soluciones. Si consulta con Warren Buffett, igual apoya la idea con alguna propina.

En fin. La Deuda.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM)23-09-11.

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