sábado, 29 de septiembre de 2007

CABELLOS

Hace meses que no me dejo cortar los cabellos. Este experimento ha beneficiado mi economía personal, pero es un perjuicio para el gremio de barberos. Siempre es así. La renta nacional es un móvil que circula a toda velocidad desde unos bolsillos a otros, aunque suele depositarse en unos bolsillos mas que en otros. En el centro de ese tráfico está el Estado, que ordena la circulación porque los ciudadanos aún no hemos aprendido a circular armoniosamente sin guardias urbanos, no porque sea, en si mismo, un exponente de la madurez social.

El Estado se cuela en nuestros bolsillos y se apropia de una parte de nuestra renta, de la que se queda una buena tajada, y el resto nos lo devuelve en su función de garante de las aspiraciones y derechos constitucionales que nunca conocemos en plenitud. Esto plantea algunas cuestiones en relación con lo público y lo privado, a las que hace referencia un intelectual vestido con sotana, en la página cuatro, Opinión, del diario Levante de hoy.

En un artículo construido con silogismos y lógica escolástica, con aspecto de tela de araña que no atrapa ni a una mosca, le da todo el rato a la matraca de que la distinción entre lo público y lo privado es una cosa obsoleta, para después definir a la iglesia como “una necesidad de los ciudadanos-- como una escuela o un hospital”, es decir como un servicio público.

Si no hay fronteras entre lo público y lo privado, ¿Como es que las escuelas privadas o concertadas en las que la iglesia está presente tienen un número de alumnos inmigrantes sensiblemente menor que las públicas? ¿Porqué esas instituciones educativas infringen el principio de gratuidad, y de universalidad, mediante tasas paraoficiales que sirven para la discriminación del alumnado?. Porque hay, efectivamente, fronteras.

¿Como se puede equiparar una iglesia, que sirve, y se sirve, de su comunidad creyente, es decir, una parte de la población, con la sanidad y la educación, que son servicios públicos universales, dirigidos a la totalidad de los ciudadanos, cualquiera que sea su condición? No se puede. Se puede intentarlo, claro, pero no cuela.

No creo que nadie esté en contra de quienes manifiestan libremente sus creencias y cobijan sus fragilidades en el colchón de la fe. Pero una cosa son las personas, y otras las instituciones que las gobiernan. La iglesia como institución ha aplastado históricamente sin piedad a los movimientos surgidos en su seno, --comunitarismo cristiano-- que eran la sociedad civil de su tiempo y pretendían poner a las personas por delante de las instituciones.

La consideración de bien común como algo público con independencia de quien lo haga, va en la dirección --explícita-- de impedir la negativa a emplear dinero público en una institución no estatal ,es decir la iglesia católica en España. Aquí se ha quitado la máscara el escolástico. Lo que quiere son los duros. Se trata pues, de prolongar sus privilegios de la etapa dictatorial a una institución que no nos representa a todos.

Ahora queda claro lo de la frontera difusa entre lo público y lo privado, el estatismo anticuado y todo eso.

Estos intelectuales vestidos de sotana, acostumbrados al disimulo, la ocultación, el engaño y la manipulación, engañaron durante siglos a un pueblo análfabeto, pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo. El doble lenguaje, ya no cuela.

Lohengrin. 29-09-07.

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