domingo, 23 de septiembre de 2007

IMAGINACIÓN

Además de una canción mítica de Lennon, imaginación es, entre otras cosas, la capacidad de pensar planes realizables con contenidos innovadores, capaces de impulsar, con su realización, la renovación y el progreso material y social.

La fantasía, en cambio, que tan buenos resultados da en la literatura, cuando se aplica a la idealización de la realidad desde el discurso de algún cargo representativo suele tener motivaciones distintas.

El decano de la corporación profesional de ingenieros industriales de Heliópolis, después de un análisis acrítico, idealizado, es decir, tocado por la fantasía, de la situación de los sectores industriales en Heliópolis, que aparece hoy en forma de entrevista en El Mercantil Valenciano, página 3, menciona numerosas veces la palabra imaginación como un valor autóctono de nuestro capital empresarial, para acabar afirmando que la construcción es y seguirá siendo el motor de nuestro espacio económico. Que falta de imaginación.

Las corporaciones profesionales que he conocido son, entre otras cosas, lugares donde se cobijan los miembros menos profesionales de la profesión. Hay que carecer en absoluto de imaginación para reducir las aspiraciones profesionales al ejercicio de una función burocrático representativa, que solo aspira a establecer relaciones de interés corporativo con quienes gobiernan en cada momento, en defensa de los legítimos intereses de los colegiados, pero que no tiene mayor alcance.

La necesidad de no molestar al poder político del que intentan servirse las corporaciones profesionales para obtener alguna prebenda, hace que las declaraciones de sus voceros sobre este o aquel sector resulten ridículas, cuando no esperpénticas, lastradas por la intención de no contradecir las tonterías que ha dicho este o aquel Conseller sobre cuestiones de las que, generalmente, no entiende nada.

¿Para que necesitamos a estos tipos que sobreviven de un modo casi parasitario, prolongando unas estructuras gremiales que proceden del medioevo?

Sería mas eficaz que esa necesaria interlocución entre profesionales y gobiernos, la ejercieran auténticos profesionales con imaginación demostrada, solos, o constituyendo comités formados y designados para cada ocasión, en función de la especialidad de los asuntos de que se trate, entre la masa de ejercientes activos, en lugar de profesionalizar esa función relacional que se convierte en una carga burocrática para la sociedad, sin aportar mayores méritos profesionales. Claro que, este modo organizativo, puede parecer utópico, sobre todo porque los problemas reales, no imaginarios, de los sectores implicados se pondrían sobre la mesa con mayor crudeza, en lugar de escenificarse en un entorno de baile cortesano y tonos suaves, donde la cortesía impide llamar a las cosas por su nombre.

Cualquier psicólogo recién licenciado sabe que, cuando en un artículo alguien repite demasiadas veces la expresión equilibrio emocional, eso puede ser un síntoma de que no anda sobrado de esa condición. La foto a cuatro columnas de este defensor de la imaginación como motor de progreso indica claramente que los dioses no le han concedido esa facultad.

Es escandaloso que, quienes pueden hacerlo, porque les han colocado en una posición representativa para ello, en lugar de dedicarse a realizar análisis rigurosos y fiables de los aspectos de la realidad económica, industrial o científica de su competencia, y a comunicarlos acompañados de propuestas imaginativas capaces de impulsar la renovación y el progreso, hagan discursos acomodaticios, sin contenido, con la única finalidad de perpetuar un sistema burocrático, acrítico, de relaciones institucionales entre entidades políticas y entes corporativos, de espaldas a la realidad y a las necesidades urgentes de la comunidad que les paga.

Lohengrin. 23-09-07

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