domingo, 23 de septiembre de 2007

CRÍTICA

Vuelvo a mirar la foto de una persona pública a la que he criticado ásperamente en la página Imaginación y su aire de bondadosa indefensión, su mirada triste, me provocan la sensación de haberme excedido en lo personal, aunque no en cuanto a lo que su cargo de representación y sus homólogos, sujetos de las relaciones entre entidades políticas y corporativas, merecen, en mi opinión. Quiero aclarar, pues, que no hay animadversión personal alguna en mis ácidos comentarios hacia ese caballero de la figura triste, sino una intención radicalmente crítica hacia el sistema de relaciones implícito en la representación de las entidades corporativas profesionales.

El ensañamiento, además de un agravante de la pena cuando se trata de un delito, consiste en causar el mayor daño y dolor posibles a quien ya no está en condiciones de defenderse. La crueldad, requiere fiereza de ánimo, falta de piedad, inhumanidad, en último término. La crítica, cuando no es un juicio formado sobre una obra literaria o artística, consiste en la censura de las acciones o conductas observadas, o simplemente en un conjunto de opiniones vertidas sobre cualquier asunto.

Es habitual que los criticados se defiendan exigiendo una crítica constructiva. Constructivo es algo que se añade a lo ya existente, por lo que ese argumento, en realidad, lo que dice es que la crítica se permite siempre que no afecte al estatu quo, al sistema. No existe la crítica constructiva, por definición. Quienes la practican solo hacen un ejercicio de disimulo .Yo prefiero apuntar a la línea de flotación, con un límite, hay que ser fuerte con los fuertes, débil con los débiles.

Aquí surgen mis dudas, porque la imagen de la persona pública que cito al principio es la expresión misma de la debilidad y la indefensión, y temo haber excedido el ámbito crítico, acercándome peligrosamente a la crueldad y el ensañamiento.

El ejercicio de la crítica es siempre arriesgado, no solo porque se suelen criticar en la conducta ajena defectos o debilidades que suelen ser también propios, sino porque, en ocasiones, la información que motiva la crítica puede estar sesgada, o ser, directamente, falsa, y salvo que se trate de un asunto que el sujeto crítico conoce bien, no suele estar capacitado para dar opiniones fundamentadas.

Nunca he sentido que me excedía al fustigar con el lenguaje a los poderosos, presidentes de gobierno, banqueros, monarcas, políticos cuyas decisiones están cercanas y son criticables, en fin, a individuos cuya dimensión pública los identifica como la fiel representación del sistema imperante. Nunca se es bastante duro con ellos, entre otras cosas, porque el poder de que están investidos es una coraza que hace que se quiebren como flechas de papel los alfilerazos que reciben. Un ejemplo de esto que digo es la frase que un político de segunda fila, en Heliópolis, le dijo a un manifestante que ejercía su derecho a la crítica. --Por mí, como si te quemas a lo bonzo..., le espetó aquel tipo, a todas luces indigno de representarlo.

Ante actitudes como esa, hay que ejercer la crítica sin desmayo, aun a riesgo de rozar la crueldad o el ensañamiento, pero solo con los fuertes. Al menos ese es mi limite, mi punto de vista.

Así es que voy a seguir, con mi actividad de crítica y denuncia, entre recetas de cocina, crónicas de viajes y otras frivolidades. La vida es multidimensional, tiene aspectos graves y serios, pero también ligeros y divertidos, porque si no, sería una cosa la mar de aburrida.

Pero antes, quiero decirle a ese caballero triste y bondadoso, a quien critiqué ásperamente en la página Imaginación, que no me dirigía a su persona de aspecto frágil, sino al sistema gremial que representa, tan fuerte, que ha resistido el paso de los siglos sin verse alterado sustancialmente por la modernidad.

Lohengrin. 23-9-07

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