viernes, 14 de septiembre de 2007

GUERRA Y PAZ

La universal novela de Tolstoy nos ha familiarizado con las pasiones y los conflictos sociales y humanos que giran alrededor de esas dos palabras mayores, que describen los escenarios de la convulsa escena europea en la época en que las guerras entre naciones de este continente marcaban la vida, y la muerte, de sus habitantes.

Cuando se firmó el tratado de Roma, en 1.956, unos años después de finalizar la gran salvajada de la última contienda mundial, yo tenía trece años. En este medio siglo, solo he conocido en suelo europeo las guerras que se derivaron de la descomposición de Yugoeslavia, y el enfrentamiento entre sus distintos pueblos, aunque fuera de ese ámbito nunca ha cesado, en uno u otro lugar, la mortífera actividad bélica.

Hay una frase que ha hecho fortuna para referirse a la guerra. Dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Sospecho que la paz europea de este medio siglo contiene elementos que permiten calificarla como la continuación de la guerra por otros medios. No me refiero, exactamente, al clima de guerra fría, que a la vista de su desenlace no fue solo un clima, sino otra clase de guerra. Me refiero al conflicto permanente entre intereses enfrentados que subyace en las, en apariencia, ordenadas relaciones humanas en tiempos de paz.

Me explicaré. Los ricos mantienen una guerra abierta sin cuartel entre ellos, para apoderarse del mayor trozo de la presa que se disputan a dentelladas, y que somos nosotros, los que no pertenecemos a su tribu. Solo hay que abrir el periódico del día para ver la prueba de ese combate cotidiano. En lugar de noticias sobre la batalla de Verdún o el desembarco en Normandía, los escenarios son ahora las siglas de tal o cual grupo energético, industrial o comunicacional, pero la ferocidad de los combatientes no es menor que entonces. Al final de cada uno de esos encontronazos, podemos ver en la arena algún colmillo arrancado al oponente o restos de piel ensangrentada, en forma de descensos en las cotizaciones de bolsa de quien ha perdido la batalla de la fusión, adquisición, opa, o como quiera que se llamen esas demostraciones de fuerza y músculo.

Como en la guerra convencional, ese estado de enfrentamiento permanente produce víctimas. No es raro que, como consecuencia de esas grandes operaciones especulativas o de dominio, el vencedor anuncie grandes economías derivadas de la disminución de los medios humanos que hasta ese momento se empleaban.

Los estados nacionales, aquellos que se lanzaban bombas para cuestionar sus fronteras, ya no lo hacen. Las fronteras están bien delimitadas, incluso hay una frontera común que delimita el territorio de la comunidad europea, y la creencia ilusoria de que se han eliminado las otras, las interiores. Eso puede ser un hecho jurídico que afecte a las transacciones económicas y a la movilidad, pero las fronteras mentales no se eliminan mediante un reglamento. Por eso subsisten los combates entre Estados, cuando una burocracia nacional estima que han invadido el territorio de sus competencias, o trata de saltarse a la torera los reglamentos comunitarios cuando conviene a sus intereses.

Es la guerra un asunto de familia?, me preguntaba en una página del blog cuyo título no recuerdo.

Ahora creo que la guerra no es un asunto familiar, individual, grupal. Es un asunto universal, porque siempre estamos en guerra, de una u otra forma. La cuestión es, porqué?

Desde que Darwin concluyó su teoría de la evolución, que incluía sus observaciones sobre la selección natural, la superviviencia del mas fuerte es una idea que está en el imaginario de las gentes. El problema de las teorías brillantes y universales es que pocos las han leído en su integridad y solo quedan fijados unos pocos conceptos. Cualquier naturalista sabe que hay numerosas especies que basan su supervivencia en la cooperación y la solidaridad. No compiten. Comparten. Pero hay demasiada gente interesada en negar esa parte de la realidad.

Los neoliberales, furibundos o no, le dirán a usted que gracias a esas operaciones depredadoras de los grandes capitalistas financieros o especulativos, la salud del sistema económico se mantiene, se liberan los excedentes de mano de obra que sobran en un sector, que así se pueden aplicar a otros sectores emergentes. Algunos otros, mas poéticos , ensayaran alguna metáfora sobre los beneficios de la poda en la jardinería.

Pamplinas. A esos tipos, lo único que les mueve es el instinto depredador de su propio bolsillo. La guerra es un asunto universal, estamos siempre en guerra, porque la promueven los mismos de siempre. Aquellos que financiaron los cañones de las dos últimas contiendas mundiales son, ahora, los protagonistas de la paz, es decir, de la continuación de la guerra por otros medios.

En realidad, nunca ha habido ni hay paz, nunca se ha ensayado esa fórmula de convivencia. Por ahora, nos quedaremos sin saber si la cooperación, la solidaridad, la fórmula de compartir, en lugar de la de competir, nos haría o no mejores.

Lohengrin. 14-09-07

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