jueves, 26 de noviembre de 2009

ACCIDENTE

Hoy, como otros jueves soleados, he ido a la playa acompañado de un amigo que sufrió hace unos meses un accidente estúpido, que a punto estuvo de acabar con su vida, y ahora está completamente recuperado.

El sol de levante caliente mis huesos, previamente caldeados por el agua de la ducha y sobre la superficie del mar unos puntos rutilantes reflejan la luz solar y te deslumbran cuanto intentas abarcarlos con la mirada. Bañistas ocasionales, cuerpos medio desnudos, adictos al sol, pescadores de caña, todos parecen indicar que el tiempo meteorológico y el calendario están, aquí, en la costa mediterránea, disociados.

Calificar un accidente con el adjetivo de estúpido parece bastante estúpìdo, porque aunque las conductas de riesgo están presentes en la siniestralidad, como demuestra el hecho de que la educación vial haya conseguido reducir el número de muertos en accidentes de tránsito, eso es, además de una reducción en los dramas personales, una cuestión estadística, pero que te toque a ti, y no a otra persona, protagonizar un accidente, es un acontecimiento marcado, sobre todo, por el azar.

He visto en alguna película de esas que cuentan historias cruzadas, una perfecta representación cinematográfica de ese azar, cuando te muestran, mediante una toma aérea, como dos personas que no se conocen de nada, que nunca se han visto, ni saben una de la otra, se dirigen sin saberlo al encuentro brutal del accidente, que podría no haberse producido solo con que una de ellas se hubiera detenido a tomar café, o hubiera recibido una llamada esa mañana que la hubiera obligado a cambiar de planes, o de ruta.

Si mi amigo no hubiera sufrido la compulsión de salir a fumar fuera, quizás no le habría caído su propio coche encima, o si. Porque su accidente sucedió de la manera mas tonta, sin estar siquiera el coche en marcha. Tal vez estaba estacionado en un lugar con pendiente, puede que fallara el freno de mano, o tal vez intentó cambiar el coche de lugar sin ponerlo en marcha. No conozco los detalles. Lo cierto es que mi amigo acabó con su propio coche rojo encima, y sus costillas aplastadas por el peso del vehículo.

La primera vez que fui a verlo al hospital tenía un aspecto lamentable. El dolor en el tórax apenas lo dejaba respirar, tenía heridas en las piernas y todo el cuerpo lleno de magulladuras. Mi amigo me agradeció que no le hablara de la 'suerte' que había tenido por haber sobrevivido, como al parecer le repitieron otras personas que le vieron en ese estado, y que reconociera francamente su estado lamentable, ademas de soltar el tópico 'eso le puede pasar a cualquiera'.

Han pasado apenas unos meses y el estado de salud de mi amigo es incluso mejor que antes del accidente. Entonces tenía que detenerse delante de los escaparates porque la pierna le fallaba, y ahora camina sin detenerse, sin signos de fatiga.

La medicina pública, a veces, hace esas cosas, devuelve a la vida ordinaria a enfermos que, antes de acudir a ella, estaban hechos polvo, eran obesos, o tenían problemas vasculares, además de los trastornos o lesiones que fueron la causa principal que les obligó a requerir asistencia, y cuando terminan de sanarlos, no solo han eliminado esos trastornos o lesiones principales, sino que los han arreglado casi del todo.

Otras veces, esa misma medicina que, en ocasiones, tiene que arreglar las chapuzas de alguna medicina privada, mas pendiente de lo que factura que de los buenos resultados de su cirugía, --tengo algún caso cerca que lo confirma-- es objeto de crítica por algunos usuarios.

Hoy publica 'Levante' la queja del presidente de la Asociación de enfermos anticoagulados, que deben recurrir al Sintron. Afirma este señor que cuando una de estas personas, por un accidente, o por causas de otra naturaleza, comparece en el servicio de urgencias de un hospital, debería ser objeto de una exploración sistemática, por medio del TAC (Tomografía Axial Computerizada)y que la no aplicación de esta medida impide que se puedan evitar a tiempo los riesgos que afectan a este tipo de pacientes, y que a veces causan daños irreparables, como en los casos que cita.

Ignoro si el servicio del TAC está privatizado, y si ese servicio es objeto de fuertes costes externos para la sanidad pública, pero, tanto si está privatizado, como si no lo está, me parece mezquino que a alguien que ha sufrido el azar de un accidente, y encima tiene problemas crónicos de coagulación, se le sustraiga la oportunidad de aumentar la probabilidad de su supervivencia por no practicar una prueba adicional.

Si a alguien le ha sucedido, no tendría sentido hablar de una muerte estúpida, tampoco deberíamos invocar el azar, en este caso sería mas preciso hablar de muerte negligente, culpable.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 26-11-09.

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