lunes, 23 de noviembre de 2009

MEDITERRÁNEO

El Mediterráneo es un mar, pero también es un concepto explorado desde múltiples puntos de vista. Hay una visión lírica, romántica y contemplativa, extendida en el universo de la canción, que le debemos a Serrat. Manuel Vicent, por su lado, ha destacado su lado pánico y su vinculación con las culturas antiguas que habitaron sus orillas, y Emili Piera se refiere de vez en cuando en su columna al hedonismo de 'All i pebre' y 'Caragolá' que aún pervive en esta ribera.

Hay otros puntos de vista. Prescindiré de las reuniones políticas que emergen de vez en cuando para proclamar la importancia política y económica de lo que llaman 'Eje Mediterráneo' cuyo discurso suele disolverse como un azucarillo sin traducirse en medidas concretas, y me centraré en los resultados de los trabajos de un equipo científico del Laboratorio de Geodesia Espacial de la Universidad de Alicante, publicado hoy en 'Levante', página 14, que nos da una visión muy precisa de las observaciones realizadas desde el satélite GRACE.

Al parecer, el Mediterráneo no se seca, como el Mar de Aral, por el aporte atlántico de 4.752 hectómetros cúbicos (esto si que es una cifra precisa) que entran diariamente por el Estrecho de Gibraltar. La pérdida de agua por la evaporación se compensa con el aporte del Atlántico. Este flujo no es constante, con un máximo de 91.000 metros cúbicos por segundo a principios de septiembre y una media de 55.000 metros cúbicos por segundo. También sale agua hacia el Atlántico, pero el intercambio se salda en favor de la cuenca mediterránea que recibe mas agua de la que evacua.

Este dato científico, objetivo, y al parecer bastante preciso, permite diversas interpretaciones. Una de ellas la de los catastrofistas entre los que, a veces, me sitúo.

Próxima la reunión de Copenhague sobre los efectos del cambio climático, si uno no está entre los negacionistas de esa amenaza/oportunidad, y vive cerca de la costa mediterránea, a la vista de los datos que estiman una elevación del nivel de los océanos como consecuencia del calentamiento global producido por las emisiones de CO2, parece oportuno enviar un mensaje a los gobiernos de los países que van a participar en esa cumbre.

Se puede imaginar que una elevación del nivel del Atlántico tendrá consecuencias sobre el flujo que entra todos los días en el Mediterráneo a través de Gibraltar. Otra cosa es cuantificarlo, pero me he asomado al balcón y observo que vivo peligrosamente cerca de ese mar. Entre el puerto y mi balcón no hay apenas nada, unos silos para el almacenamiento de cereales, unas orgullosas torres elevadas en medio de la nada, y mucho terreno baldío.

La conclusión es evidente, quienes vivimos cerca de la costa, sea en Madagascar o en Heliópolis, lo hacemos con el riesgo cierto, aunque no se pueda precisar cuando, de que las aguas lleguen un día hasta la puerta de nuestra casa.

El mensaje para los responsables políticos que se van a reunir en Copenhague es muy simple.¿Van a ser capaces de llegar a acuerdos vinculantes para disminuir ese riesgo? ¿Quienes la tenemos, debemos ocuparnos de hacer mas confortable nuestra modesta casa en la montaña, ante el riesgo de tener que abandonar la actual? ¿Quienes no la tienen, que deben hacer, esperar, o emigrar a zonas mas seguras? ¿La costa mediterránea, actualmente una calle ribereña de apartamentos, que se prolonga desde Gibraltar hasta Rosas, podría convertirse en una zona inundada?

La percepción de que los efectos del cambio climático solo afectan a países lejanos, mas o menos subdesarrollados, a la vista de los trabajos del Laboratorio geodésico, además de eurocéntrica, parece imprecisa, pero vean lo que ocurre cuando alguien previene sobre riesgos cercanos.

Al parecer, un grupo de ecologistas que colgó en Internet una proyección de los efectos del cambio climático en la Manga del Mar Menor, recibió toda clase de improperios de quienes, teniendo intereses urbanísticos y turísticos en la zona, se consideraron agredidos por esa muestra de responsabilidad en la evaluación de los riesgos humanos, que no iba dirigida contra nadie.

¿Catastrofismo? Eso le dijeron al geólogo que alertó de los últimos terremotos en el sur de Italia. No digo yo que los riesgos del cambio climático sean inminentes, pero sí que hay datos suficientes que aconsejan tomar medidas políticas concretas, consensuadas y eficaces, para que podamos vivir con los riesgos naturales que conlleva nuestro entorno, sin añadir innecesarios riesgos adicionales producto de la actividad humana.

No vaya a ser que, en 2020, quien viva en mi casa actual, deba prescindir del ascensor y bajar a la calle colgado de una polea, para ser evacuado en una embarcación de socorro.

De momento, aún podemos seguir disfrutando del hedonismo mediterráneo.'Levante' también lleva seis páginas (pagadas) que ofrecen un sin fin de vinos de la tierra. Una variada oferta de colores, sabores y aromas, que hace apenas quince años no existía. Por no hablar de los certámenes gastronómicos, cada vez mas numerosos y sofisticados, mas vinculados a las nuevas tendencias en el arte del paladar.El Mediterráneo es así, progresamos hacia el placer de los sentidos, solo falta que quienes pueden hacerlo, detengan el proceso hacia la destrucción.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 23-11-09.

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