viernes, 27 de noviembre de 2009

CATALANES

Toda la prensa de ámbito nacional, las emisoras de radio y televisión se ocupan hoy del mismo asunto, Catalunya y su Estatut. La rara unanimidad de los editoriales de la prensa que tiene lectores allí no se producía desde los tiempos del golpe de Tejero, cuando El Mundo y El País pactaron un editorial de igual contenido frente a la amenaza anti democrática.

Que yo sepa, no estamos ante una amenaza golpista, aunque un magistrado extremista al parecer ha calificado así las tomas de posición de los políticos y los periodistas de Catalunya ante la inminente sentencia de un tribunal que, siendo constitucional, no refleja en su composición la pluralidad del país, siendo esa una de las claves del supuesto conflicto.

Catalunya, como no vivo allí, aparte de una realidad geográfica que conozco parcialmente, en lo demás, especialmente en su concepción nacionalista, es para mi una abstracción. Algo ajeno y lejano que no comparto, como tampoco comparto el nacionalismo español que, históricamente, ha sido mas lesivo para mis derechos ciudadanos que la supuesta intrusión de la catalanidad en la vida y la cultura de mis paisanos de aquí. Ningún nacionalismo ha captado mi interés porque en mi familia, dese pequeñito, han prevalecido mas los valores de la universalidad, que los del nacionalismo, de cualquier signo.

Por eso, prefiero hablar de los catalanes, a algunos de los cuales he conocido personalmente, que de Catalunya como ente nacional. Para empezar, diré que uno de mis apellidos es Catalá, lo que parece indicar que alguno de mis ancestros tuvo que salir pitando de Catalunya. De haberse quedado, no se apellidaría así. Eso tal vez es un signo de que los nacionalismos, a veces, pueden ser una fuente de conflictos. Solo hay que ver la cantidad de vascos que residen en Benidorm, para confirmarlo.

El primer catalán con el que tuve contacto personal, por motivos profesionales, fue el ex director comercial de un firma que hoy se diría del sector de la cosmética masculina, pero cuyo producto estrella era, entonces, un simple jabón de afeitar. Desembarcó como Presidente del Consejo en una sociedad del sector gasístico en la que yo ejercía mi tercer empleo. Puso un millón de las antiguas pelas en el capital social, y antes de seis meses se había llevado el doble de esa suma por medio de notas de cargo surrealistas que practicaba desde la delegación catalana que dirigía.

Ahora, con la perspectiva del tiempo, reconozco que aquel catalán tal vez pertenecía a la estirpe de los Millet y Prenafeta. No se si era nacionalista, pero, desde luego, barría para casa.

También he conocido a catalanes de a pié, que me han caído muy bien. En una acampada en el lago de Banyoles conocí a dos parejas muy simpáticas. La convivencia estrecha con ellos me permitió observar algunas peculiaridades suyas. Uno de ellos, arquitecto, dejó caer una expresión peyorativa, dedicada a los no catalanes, 'saquers', aplicada a sus vecinos del sur, por su costumbre de llevar la comida consigo, en lugar de hacer uso de las instalaciones de hostelería. Creo que lo hizo sin ninguna intención de desprecio, solo con un afán divulgativo. El otro compañero de viaje, en un momento de la conversación, dejó caer una frase, con una expresión entre tímida, contenida y orgullosa, 'el meu cuñat es el presidente del Barça' –se refería a Núñez-- en un tono absolutamente reverencial.

No trato de generalizar, pero veo tres rasgos que, sin ser característicos únicamente de los catalanes, están presentes en los tópicos que circulan sobre ellos. La acendrada defensa de sus intereses económicos, una cierta mirada sobre los no catalanes como individuos de una cultura ajena y un orgullo desmedido por sus instituciones deportivas.

Debo aclarar que la experiencia personal que cuento se refiere a varias décadas atrás. Mas recientemente he tenido otras parecidas y he observado que su mirada, su punto de vista sobre sus vecinos del sur, ha cambiado.

En una estancia de hace un par de años en Fuengirola coincidí con un grupo de catalanes, algunos de los cuales mostraban su admiración por las emblemáticas realizaciones arquitectónicas, que ellos conocían, que han puesto a Heliópolis en el mapa del moderno turismo urbano.

Sospecho que su punto de vista estaba influido por sus simpatías políticas. Parecían personas próximas a la derecha no nacionalista catalana y su reconocimiento de nuestro progreso no estaba exento de la complicidad con el partido de su preferencia que gobierna aquí desde hace décadas.

En todo caso, el desarrollo económico de los últimos decenios en las autonomías no vascas ni catalanas, creo yo que es un elemento de equilibrio en el conjunto del país, y que presentar la 'cuestión catalana' como un conflicto secular es ignorar esos nuevos equilibrios, que relativizan las diferencias entre norte y sur, entre la España próspera y la paupérrima de hace siglos, entre la cultura urbana y la rural, mas aún en unos tiempos en los que nuestra pertenencia a la Unión Europea
aconseja una mirada menos localista.

A pesar de todo, el lenguaje de los políticos, de los medios, incluso de algunos magistrados, persiste en los tópicos del conflicto nacionalista, como si nada hubiera cambiado Pues si, las cosas han cambiado, y no creo que la mayoría de los españoles caigan en la trampa de un discurso excesivo, trasnochado, beligerante y reiterativo, en el que tal vez subyacen, por debajo del ruido, sobre todo, los intereses económicos de unas determinadas minorías, de uno y otro nacionalismo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 27-11-09.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios