martes, 3 de noviembre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (XXXV)

(….) EL EDITOR. Estaba contándole a mi amigo Alberto los pormenores de 'El Jardín de Heliópolis', alrededor de una cazuela de arroz con cangrejo –le ponen centollo-- en un chiringuito de la playa de Pinedo, con el comedor lleno de ejecutivos de media capa, tratantes de ganado, mueblistas pirómanos y otras especies autóctonas, cuando alguien que percibió, desde la mesa de al lado, el contenido de nuestra conversación –la voz de potencia operística de Alberto no pasa desapercibida-- nos saludó y deslizó una tarjeta sobre la mesa, por si pudiera sernos de utilidad, dijo. Ediciones La Tangada. Francesc Vargas. Editor., y un teléfono.

Yo había explorado a través de Internet la mayoría de opciones editoriales que se ofrecen en la red y todas se caracterizaban por lo mismo. En lugar de cobrar por ceder los derechos de la edición, tenías que pagar para ver editado el objeto de tu vanidad.

En todos los casos se trataba de servicios de auto edición, o ediciones de cortesía, como se decía antes, con la única finalidad de que el autor sintiera la emoción táctil de reconocer en forma material sus aspiraciones de escritor. Nada de eso llegaba al gran público, aunque hay una joven
--que parece necesitada de una mayor dosis de Haloperidol-- que se mueve los domingos por la mañana por los jardines del Palau de la Música en Heliópolis con una docena de sus libros en su zurrón, con la intención de dar a conocer su obra entre los paseantes domingueros.

Yo no estaba por la auto edición, ni por la auto promoción dominical, pero envié mi manuscrito a La Tangada, a ver que pasaba. A continuación, visité el Registro Mercantil, para intentar averiguar algo mas de ese sello editorial. Después de consultar las cuentas anuales de la editora y conocer los nombres de las personas y entidades que la participaban, hube de consultar los datos de seis sociedades más, cada una de ellas participada por otras, hasta descubrir los nombres de los administradores que estaban detrás de aquel tinglado.

Uno de ellos era Armela, un periodista sin escrúpulos que había cambiado su antigua dedicación al periodismo deportivo, por la asesoría de comunicaciones a instituciones, entidades y personas vinculadas a la política de campanario que se había instalado en Heliópolis en los últimos lustros.

La sociedad matriz que, a través de sus filiales, tenía el dominio del tinglado, era dueña de la cabecera de un diario tipo Guadiana, de esos que afloran cuando hay elecciones a la vista, se ponen al servicio del mejor postor y luego se sumergen, hasta la próxima cita electoral.

También se dedicaban a editar esos resúmenes de prensa que aparecen, junto al café con leche y las tostadas, en las mesas de los políticos y de ciertos empresarios que han optado por confiar su medro al mercado de favores recíprocos que opera alrededor de las instituciones autonómicas y municipales.

Unas semanas después del envío del manuscrito a La Tangada, me llamó Armela para citarme en su despacho de la plaza de Manises.

--He leído su manuscrito, --me dijo-- y aunque por el momento estamos saturados de títulos que editamos y no se venden, le he llamado porque he percibido a través de su lectura una cierta facilidad para comunicar con el público, y podemos ofrecerle una colaboración con nosotros que le
puede interesar.

--Me está ofreciendo un empleo? Justamente abandoné el que tenía para dedicarme a escribir sin las limitaciones de un horario laboral.

-No. No es eso exactamente. Usted seguirá trabajando a su aire, pero a nosotros nos gustaría contar con su colaboración para incluir sus artículos –por supuesto de acuerdo con la línea editorial que se le marque-- en ciertas campañas de opinión para las que disponemos de recursos, digamos, sustanciosos, de los que usted participará en la medida de la extensión y continuidad de sus trabajos.

--Eso es labor de periodista. Está lejos de mis intereses actuales.

--Pero usted está interesado en editar su libro, no? Si no fuera así, no habría venido a verme. El primer paso para lograrlo es hacerse un nombre en los medios de comunicación, sin ese escalón, las posibilidades de publicar son remotas.

--Eso lo entiendo, pero no había pensado que tuviera que ser del modo que usted me propone.

--Bueno, usted mismo. Yo le sugiero que lo piense y luego me conteste. Tiene un mes por delante, al final de ese plazo hemos de tener ensamblados los elementos del equipo para el lanzamiento de una nueva publicación de ámbito autonómico que va salir al mercado pronto.

--Lo pensaré. Gracias por su atención.

Mientras lo pensaba, a los pocos días saltó a la prensa el escándalo del grupo de comunicaciones controlado por Armela. Todo se derrumbó como un castillo de naipes y la primera en caer fue Ediciones La Tangada. Al parecer, Francesc Vargas, aquel payo que había dejado su tarjeta sobre la mesa ocupada por Alberto y yo, había gestionado diversas auto ediciones pagadas por sus autores y, luego, el muy espabilado, había sacado esos textos en ediciones propias, cambiando el título, pero sin mover una coma, haciéndolas firmar por otros autores que debían algún favor a su editorial.

La cosa pudo salir bien, de no ser porque uno de los autores estafados tenía capacidad financiera para pagar el mejor bufete de abogados y demandó a la editorial. Demanda a la que sumaron después los demás primos desplumados. La cuantía de las indemnizaciones señaladas por el juez ha dejado en bancarrota a la editora. La noticia, a cuatro columnas, añade que la investigación judicial ha puesto de manifiesto las vinculaciones entre la editora y las demás sociedades del grupo de Armela y el instructor ha encontrado indicios sólidos de financiación fraudulenta del diario del grupo, que podrían implicar a alguna Consellería como fuente de financiación opaca de ese tinglado de comunicación.

Los partícipes de los capitales de esas sociedades, en su mayoría empresarios locales vinculados a entornos institucionales, han vendido sus participaciones a toda prisa a precio de saldo, se supone que a testaferros, y le han largado el marrón a Armela, que ahora aparece ante la opinión pública como el único responsable del chanchullo.

La oposición, por su parte, aunque sus propias organizaciones habían usado habitualmente de los servicios de comunicación de Armela, se rasga públicamente las vestiduras y en un acto de puro cinismo político, intenta sacar tajada de la situación para socavar la credibilidad del partido en el poder, pidiendo la cabeza política de un par de Consellers.

El juez ha puesto bajo custodia judicial todo el material de la editorial, para ver si existen indicios de otros delitos conexos a los que ya son objeto del sumario, y me citó como testigo. Le he dicho que yo no tengo nada que reclamar, y me ha permitido conservar mi manuscrito de 'El Jardín...' que ahora duerme en un cajón. Al menos allí está seguro.”

Nota del editor: Naturalmente toda esta peripecia con La Tangada es imaginaria, pero me parece mentira la actualidad del entorno político que describí hace cuatro años y su semejanza con la realidad que ha hecho aflorar el caso Gürtel. ¿Habremos de concluir, una vez mas, que la realidad supera la ficción?

CONTINUARÁ

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 3-11-09.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios