martes, 10 de noviembre de 2009

EL MURO

El número de horas de emisión televisiva y las páginas dedicadas por la prensa a dar cuenta de las celebraciones del veinte cumpleaños de la caída del muro de Berlín, hacen innecesario cualquier añadido. Precisamente por eso, por la inutilidad del empeño, me apetece ensayar otro punto de vista sobre el asunto.

El muro, antes que otra cosa, ---lo siento-- evoca en mi memoria un primitivo video clip del extinto grupo de rock inglés Pink Floyd, en el que la personal voz de Mark Nolfe ponía palabras a aquel experimento, un alegato pacifista que era un canto a la libertad.

La libertad de las personas es un derecho y un deber irrenunciable, y la fiesta de Berlín ha sido la brillante expresión de ese deseo de libertad personal. Sin embargo, hay ciertos aspectos de la libertad que merecen una reflexión. Si tienes a un monstruo sujeto para que no cause daños irreparables al conjunto de la sociedad, y lo dejas suelto, sin control, el resultado puede ser la destroza que el monstruo suelto del neo capitalismo, liberado al mismo tiempo que cayó el muro de Berlín, ha causado ahora en las sociedades occidentales.

La caída del muro, hace veinte años, fue la expresión del fracaso de un sistema que prescindió de la libertad en todos los ámbitos. La crisis del capitalismo que vivimos ahora es el recordatorio de que un sistema sin contrapesos, sin controles que lo limiten en función del interés general, con una libertad casi absoluta para perseguir el lucro sin otra consideración –el paradigma de Tatcher y Reagan llevado a la realidad-- puede ser catastrófico para la vida de millones de personas que carecen de otros recursos que los que se derivan del correcto funcionamiento de ese sistema.

Parece paradójico que la ausencia de libertad social y económica concluyera en fracaso de un sistema obsoleto, y ahora la libertad sin control de los agentes económicos haya conducido al desastre de las economías capitalistas. Los humanos somos así de paradójicos.

Las imágenes vistas estos días de la celebración en Berlín ofrecen muchos puntos de vista. Una toma aérea que refleje los miles de personas que han participado de la fiesta, será la viva imagen de la libertad. Una cámara insertada en la cimentación de lo que queda del muro, revelará las frágiles estructuras sobre las que estaba construido, el miedo y el aislamiento. Esa fragilidad explica lo efímero –en términos históricos-- de su permanencia, también el horror que en ese tiempo histórico han sufrido quienes fueron víctimas de ese aislamiento.

Dicen que en la antigua Alemania oriental aún quedan nostálgicos del antiguo régimen. Tal vez, además de que ahora se está reconociendo que el sistema educativo de la R.D.A. tenía virtudes que el actual no tiene, un billón y pico de euros no se han mostrado suficientes para que los alemanes de segunda accedan a los niveles de vida occidentales. Volver a unir un país dividido es una tarea histórica. No se puede despachar en veinticuatro horas ni, por lo que parece, en veinte años.

Se ha afirmado en la prensa y la televisión que quedan aún muchos muros por derribar. No voy a repetir aquí la lista, pero hay dos reflexiones que se me imponen alrededor de este acontecimiento. Además de los muros físicos, hay otros mas sutiles, que no son visibles, los muros interiores que pueden crecer dentro de nosotros, muros parlantes que nos susurran constantemente que la libertad tiene a veces un precio demasiado alto, que hay otras cosas, sobre todo materiales, ¿porqué no ceder un poco de nuestra libertad si a cambio podemos obtener otras cosas? En mi opinión, esa cesión de la libertad personal, ese dejar hacer a los poderosos porque así vivimos mas cómodos, esa dejación de las capacidades propias delegadas en quienes no siempre lo merecen, están en los cimientos del neo capitalismo y han contribuido a permitir los abusos que han derivado en su derrumbe.

La segunda reflexión es que, cualquiera que haya vivido la época de la guerra fría, con el miedo cotidiano a un conflicto nuclear metido en el cuerpo, celebrará el final que tuvo aquel sordo enfrentamiento hace veinte años, pero el pensamiento único que ha venido después, la celebración irresponsable de un sistema que no tiene oposición, frenos ni limites que moderen su codicia, tiene una capacidad destructiva que se ha de controlar por los Estados, ya que, por el momento, no puede ser controlada directamente por los ciudadanos, como sería de desear en una sociedad mas libertaria.

Otra paradoja que aflora en esta celebración es que China, una combinación de Estado social y políticamente autoritario, económicamente neo liberal, haya quedado al margen de la crisis mundial y avance como una locomotora hacia la hegemonía, a través del capitalismo de Estado corregido con el mercado.

Este aniversario debería haber incluido, además de los festejos, la convocatoria de una conferencia internacional que tratara de aclarar algunos puntos. China, ahora mismo, parece el país de mas éxito económico, pero no queremos ser como China, supongo, exigimos nuestras libertades civiles, no renunciamos a ellas. Occidente está inmerso en una crisis de consecuencias aún imprevisibles, por falta de limites razonables a la codicia neo liberal. No queremos este Occidente. No queremos pagar un precio tan alto, para que unos cuantos cientos se enriquezcan y las desigualdades aumenten cada vez mas, el planeta se degrade y la política se pervierta.

¿Que nos queda? Parece que, de momento, habría que buscar una solución ecléctica, un nuevo orden en el que las libertades personales y sociales fueran defendidas y, por tanto, respetadas, y el neo capitalismo obligado a aceptar ciertas reglas que lo dotaran de la responsabilidad social de la que se ha desprendido. ¿Que condiciones han de darse para eso? En mi opinión, la primera condición es derribar los muros interiores que nos impiden defender y obtener el respeto a nuestras libertades.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 10-11-09.

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