(….) “Una semana después de asistir a la conferencia, recibí un E-mail de Gracia. Me pedía que le enviara una copia de mi manuscrito. Me decía también que había hablado con el jefe de producción de la cadena autonómica y que la idea del gato parlante tenía posibilidades de convertirse en un producto de animación para adultos, pero que se precisaba algún tiempo para hacer el estudio de pre producción, los costes y todo eso.
No me dio detalles de los argumentos empleados para persuadir al productor. En un par de meses, dijo, pensaba resolver el asunto. Añadió que me mantendría informado.
Yo, la verdad, escéptico como siempre, no me creí nada. No le devolví el mensaje y decidí tomarme unos días de asueto en las rotas de Denia.
Me gusta el olor del mar de las rotas, la cálida caricia del sol de otoño, que pone un reflejo cobrizo en los pulpos que ponen a secar junto a su bar, en la orilla, los hermanos Sendra. Si puedo, todos los otoños, coincidiendo con el día de difuntos, me gusta acudir a la cita con los erizos de mar que se comen, crudos, por docenas, en esa terraza, con el auxilio de grandes cubos azules donde se echan las cáscaras.
Ese mínimo bocado, de textura casi gelatinosa, de color anaranjado, que se extrae del erizo vivo con una cucharilla, deja un sabor en el paladar como si estuvieras ingiriendo una porción del propio mar
y evoca la memoria mas arcaica de los tiempos en que aún vivíamos en esa sopa salada, antes de acometer la aventura de arraigarnos en tierra firme.
Caminando por el paseo marítimo, el olor penetrante a marisco y sal junto a la orilla te sacude el olfato de un modo violento, y en los días de temporal, si te acercas al final del paseo, cerca del cabo de San Antonio, puedes ver los enormes bolos de piedra sacudidos en una poza por la fuerza del mar, como una bullavesa mineral, y las olas trepando por la cara oriental del rotundo cabo, hasta alcanzar la huella dejada cerca de la cumbre por los mordiscos de la erosión del oleaje.
En los días tranquilos, puedes descender, sujeto con una cuerda, hasta esa oquedad, quedarte acunado en sus relieves, escuchar el eco del sonido de las cítaras que portaban los navegantes antiguos, para hacer mas amables sus largas travesías, y recibir en tu piel marcada por los cercos de la edad vegetal la suave caricia del sol de la tarde.”
EPÍLOGO.
En esa estancia en Denia, hace unos cuatro años, comencé a madurar la idea de que no necesitaba ningún editor. Tardé un año mas en decidir iniciarme en el Blog. El paso del tiempo ha confirmado lo acertado de esa elección. En ese tiempo, me he liberado de la desconfianza en los soportes magnéticos, con la ventaja de que cualquiera que aún prefiera el papel puede imprimir los raros productos de mi imaginación desde su terminal. Yo, ni siquiera tengo ya impresora.
En estos años creo haber cogido algo de oficio. Escribir me parece, antes que otra cosa, un oficio, como la albañilería. Aunque ésta es mas productiva, puede ser mas letal. Una fachada mal hecha puede caer sobre los viandantes y liquidarlos. Una grúa mal asentada, puede causar la muerte de quienes la operan. Un edificio de palabras, mal cimentado, puede caerse, pero no mata a nadie, lo vuelves a levantar, y no pasa nada.
Ayer vi a Saramago en la Sexta, entrevistado por Usun Yun. Me gustó lo que dijo cuando Usun le preguntó cual era el secreto de su carrera de escritor. “No tener prisa”, “No perder el tiempo”.
El único inconveniente de “No tener prisa” es que , cuando te ofrecen reconocimientos, ya se te está poniendo la piel amarillenta. El rostro de Saramago, ayer, presentaba ese tinte que no anuncia nada bueno para su salud, pero aún le quedan energías para poner en pie de guerra a toda la conferencia episcopal portuguesa con su último libro, “Caín”.
Si no aspiras a ser editado, el Blog puede ser un excelente lugar, también un no lugar, para expresarse con libertad, antes de que se te ponga la piel amarillenta. Eso, también es un premio.
FIN DE “EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS” VERSIÓN DIGITAL.
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