miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (XXXIX)

(….) “Había olvidado completamente la conversación con Gracia Vega en el aeropuerto, cuando me llamó para que la acompañara a una conferencia en la facultad de filosofía. Me negué. Ella, con su persuasión característica, insistió. --El ponente es un profesor de la autónoma de Madrid, colaborador de Libre Pensamiento y vinculado a los ámbitos libertarios. Te gustará. Me resistí. Gracia adujo diez razones, ninguna verdadera, para convencerme. Como pude comprobar –al final me convenció para asistir al acto-- a ella solo le interesaba mi presencia allí porque había hecho contactos en el mundillo editorial local y necesitaba una prueba física, cualquiera, la que tenía mas a mano, para convencer a sus contactos, a los que persuadió igualmente para que asistieran, de que se movía con soltura en el mundo de las letras y los escritores raros.

El aula de la facultad presentaba un lleno inusual, con las butacas ocupadas y algunos estudiantes sentados en el suelo de los pasillos. --¿Que pasa aquí?, pregunté, no me parece que el tema de la conferencia, 'Principios, valores, ideas, utopías' tenga tanto gancho.

--Olvidas que formo parte del comité organizador del acto. He convencido al decano para que conceda unos créditos para su asignatura a quienes asistan a la conferencia.

--Y, ¿Cómo has convencido al decano?

--Se la he chupado.

--Eres incorregible, Gracia, ¿Me estás diciendo que el sexo también mueve el mundo universitario?

--El sexo y el dinero lo mueven todo. Tu deberías saberlo.

…........

Después de unas cuantas toses y unos sorbos de un vaso de agua, el ponente comenzó su intervención.

“Los principios, como la propia palabra indica, parecen algo remoto y lejano, que nació con una vocación de permanencia y cuya tendencia al inmovilismo necesita de su adecuación al paso de los tiempos, con lo que se pierde su intención de perdurar en su forma inicial.

Ideas y valores. Resulta anticuado y hasta cursi, hablar de ideas en estos tiempos, en el sentido que se daba a la palabra ideales en el siglo pasado, cuando el mundo se dividía en dos grandes bloques, socialismo real y neo conservadurismo económico, por lo que esa expresión ha caído en desuso, mientras que todo el mundo se llena la boca ahora hablando de valores, pero esa expresión –lo siento-- me recuerda los mercados financieros donde se cotiza la expresión de los intereses económicos y donde los valores suben y bajan, se compran y venden, a la velocidad que imponen las transacciones globalizadas.

Demasiado a menudo, unos determinados valores se constituyen en máscara social para la justificación de graves injusticias en nombre de su defensa.

En términos militares, de los principios se hace un uso estratégico , mientras que los valores son los recursos guerreros que protegen las acciones tácticas que se realizan con fines ocultos, distintos de los que se proclaman.

Así como los principios y valores son manifestaciones del pasado y se los apropian con facilidad quienes se reclaman sus exclusivos defensores, sin que su ejecutoria práctica confirme esa adhesión, las ideas utópicas miran, esencialmente, hacia el futuro. Los utópicos no suelen gozar del aprecio de la mayoría de sus contemporáneos, porque la esencia de la utopía se proyecta hacia algo que todavía no existe, por lo que los utopistas suelen ser tildados de soñadores de cosas imposibles.

Sin embargo, que un proyecto social o una realización concreta, no exista materialmente en un tiempo histórico determinado, no implica la imposibilidad de su realización futura.

Ha habido utopistas en todas las fuerzas sociales. Ford fue un utópico del capitalismo y la división del trabajo, la producción en serie, que el inició, es ahora una realidad universal, y nadie negará que las calles están llenas ahora del producto que representó ese sentido utópico, el automóvil.

Prudhom soñó otras utopías, una de ellas la desaparición del dinero, aunque después los banqueros, que no se cortan nada en usar las ideas de otros en su provecho, derivaran esa pretensión utópica hacia la tarjeta de crédito.

Esas utopías históricas las impulsaron personas o grupos que defendían, desde su punto de vista,ideas de progreso, social o económico. Las nuevas utopías emergentes parecen estar impulsadas por los aparatos de poder de los Estados, o por grupos violentos ajenos a las instituciones que tratan de imponer por la fuerza los argumentos de su pensamiento utópico.

Esas energías utópicas parecen emerger de diferentes lugares físicos o culturales, pero esencialmente son visibles en China, los países islámicos y Europa. El Estado chino, conducido a golpe de planes estratégicos de mercado por su aparato de poder, se dirige a toda máquina hacia el estatus de mayor potencia económica del área del Pacífico.

Ese impulso utopista busca consolidar un nuevo poder político y económico capaz de formar parte del selecto grupo de actores que dominarán el escenario mundial antes de la segunda mitad del siglo, y tratarán de hacerlo, si les dejan, imponiendo su hegemonía.

A mi juicio se trata, aunque parezca contradictorio, de un caso de pragmatismo utópico. Pragmatismo, por los fines que persigue. Utópico, por el horizonte temporal, que excede la perspectiva vital de quienes ahora impulsan el proyecto.

Hay otras utopías. La utopía islámica es la muleta en la que se apoyan Bin Laden y sus seguidores en su violento resurgimiento y parece nutrirse de varias fuentes.

El resentimiento de los pueblos mas atrasados, que conservan el orden islámico, atrapados en marcos institucionales que han evolucionado poco desde la edad media, y el mito de la superioridad cultural y científica que detentó el Islam sobre Occidente en su época, ya lejana, de mayor esplendor. También, la responsabilidad histórica de los países occidentales en la continuidad de los regímenes conducidos por sátrapas que aún mantienen a sus pueblos bajo estructuras casi feudales.

Los propios países islámicos, en mi opinión, no están exentos de su cuota de responsabilidad por no haber separado el hecho religioso del marco del Estado, como hicieron los europeos en su momento.

Lo cierto es que las desigualdades seculares y los abusos occidentales, han reforzado el fanatismo y no se ha realizado movimiento alguno que favorezca la modernización de los pueblos agobiados por la pobreza y la presión religiosa en su vida cotidiana.

Este movimiento utópico violento emergente se caracteriza por hacer de la religión islámica un instrumento que manipula en su favor aunque, en mi opinión, no estamos ante un choque de civilizaciones, sino ante un conflicto entre grupos de poder. Me parece evidente que las demostraciones violentas de que hemos sido objeto acaban de comenzar –el horizonte utópico se caracteriza por ocupar una gran extensión temporal-- y no será fácil pararlas solo con la fuerza, si no se considera, además, la necesidad de mejorar de modo visible las condiciones de vida en los países mas atrasados del área islámica.

La tercera fuerza utópica, menos visible porque no acaba de emerger con claridad, es la idea de Europa. Latente desde Carlomagno, los sucesivos momentos históricos en que se pretendió darle forma han tenido un impulso limitado.

Desde el tratado de Roma, tenemos una realidad administrativa que ha ido creciendo y que tal vez podría enriquecerse con el impulso utópico, a condición de superar su carácter burocrático. Si analizamos el entorno, la idea utópica de Europa es, mas que una aspiración, una necesidad de supervivencia.

Un nuevo poder imperial emergente se perfila desde Usa. China se aproxima como una locomotora a la condición de nueva potencia económica dispuesta a dominar el área del Pacífico. Europa está , geográficamente, en el centro de las amenazas violentas de la utopía islámica.

En este escenario, si no crece con rapidez el impulso que no solo refuerce la idea de Europa, sino que la dote de instrumentos políticos y jurídicos ágiles y eficaces, no solo al servicio de la estabilidad financiera y el crecimiento económico, que, además de generar los recursos necesarios para las indispensables inversiones en seguridad, refuerce una trama social cohesionada y reduzca las desigualdades entre sus habitantes, dando una acogida respetuosa e integradora a los millones de inmigrantes que los conflictos en otros lugares podrían conducir hasta aquí, no parece que sea posible hacer frente con coherencia a los retos que se vislumbran en el horizonte.

Hablando de utopías, su mayor peligro sería dejarlas en manos de los aparatos de poder de los Estados, o cederlas a los grupos violentos. A menos que se produzca un esfuerzo histórico para profundizar la democracia en todos sus niveles, a costa del actual poder de los aparatos y de los violentos y se refuerce el impulso utopista en las organizaciones ciudadanas, en los nuevos partidos emergentes, la Utopía, ahora dirigida por los grupos de poder nos llevará, con seguridad, a un mundo nuevo, pero es muy probable que no sea muy habitable...”

Al finalizar la conferencia, no hubo apenas debate ni preguntas. El público joven abandonó rápidamente el aula. Solo quedamos unos cuantos formando un círculo alrededor del ponente. Me fijé en la expresión del decano. Miraba con arrobo a la boca de Gracia, quien, por su parte, se centraba en la conversación con sus contactos editoriales, sin prestar atención a nadie mas.”

CONTINUARÁ

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 4-11-09.

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