lunes, 1 de abril de 2013

CRÓNICA (IMPRESIONISTA) DE BENIDORM/NEGRO

'Tengo la camisa negra, porque negra tengo el alma...' (Juanes). Después de patear tres días la villa de Benidorm, de norte a levante, de levante a poniente, el agotamiento induce a cualquiera ideas suicidas, será por eso que, después de cenar en el hotel, muy bien por cierto, me he puesto la camisa negra que me prestó mi hijo mayor, y he bajado con mi mujer al salón, donde hemos prolongado tres horas mas la jornada laboral (siempre he considerado esto del turismo local un trabajo no retribuido) moviendo el esqueleto.

Describir el ambiente del salón de baile, con tanta pareja patética intentando engañar al tiempo al ritmo de salsa es fácil, pero ya lo hice en un libro inédito, en unas páginas que describían una velada en la discoteca Golden de un falso detective, ahora me limitaré a subrayar el contoneo medido, muy estudiado, de una pareja de clientes de una edad aparentemente próxima a los ritos de su enterramiento, con la que coincidimos en la pista.

El negro no es un color. Es la ausencia de color. Por eso lo he colocado, el negro, en medio de la crónica, como una especie de gozne que cierra la mitad de nuestra estancia en Benidorm, de la que tan poco he hablado, y abre la otra mitad.

No pensaba centrar esta crónica en asuntos de color, pero el gris del primer día ha marcado esa preferencia.

El impresionismo fue una corriente del arte, sobre todo de la pintura, que investigó otras formas de mirar la realidad, tal vez por eso, este intento de crónica impresionista pone poco énfasis en lo descriptivo, y se convierte en algo parecido a un memorial esencialmente subjetivo, digo yo, por decir algo.

Hoy no se me ocurre nada mas, así que me voy a dedicar a pensar en la próxima entrega, blanco.

En fin. Benidorm/Negro.

(Continuará...)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 31/03/13.

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