jueves, 18 de abril de 2013

EL NIVEL DEL MAR

La naturaleza suele ser muy rebelde a las disposiciones humanas que tratan de controlarla. Tengo pruebas de lo que digo. Durante veinte años frecuenté un camping junto con mi familia y amigos en la costa saguntina, lo llamábamos, familiarmente, el camping de Pepa, que era la dueña.

Era, y todavía es, un lugar paradisíaco, una playa que no tiene acceso directo para los automóviles, a la que se accede a pie, o desde el camping, semejante a un playa privada. Hace mas de quince años que abandonamos la costumbre de esas acampadas, pero todavía, cada año, nos citamos con unos amigos para ir a comer un arroz a banda en el restaurante de al lado, y rememorar nuestros felices años en aquel lugar.

En los primeros años de mi estancia allí, pude observar los esfuerzos recurrentes de Pepa para ganarle terreno al mar en favor de su propiedad. Cada año, construía un muro para defender su parcela del oleaje. Cada año, el mar derribaba el muro, y así, un año y otro, hasta que Pepa comprendió lo baldío de ese esfuerzo, que le costaba dinero, y abandonó el extravagante propósito de ponerle puertas al mar.

Hoy leo en la 3 de 'Levante' que nuestros torpes gobernantes se atreven a legislar sobre la protección de las costas, reduciendo  80 metros su protección, como si no supieran, igual no lo saben, que el mar no sabe leer, no entiende de decretos, el de Aral se retiró convirtiendo en un cementerio de barcos varados lo que antes fue el sustento de una comunidad de pescadores y en el Pacífico, comunidades isleñas enteras están amenazadas por la subida de su nivel.

Y es que sabemos muy poco de la naturaleza, pero, lo poco que sabemos, preferimos ignorarlo cuando hay intereses del dinero de por medio. Solo desde la ignorancia se puede legislar para acercar los edificios al mar. Desde la ignorancia y desde la irresponsabilidad, pues el futuro se encargará de demostrar, si tales cosas se llevan a cabo, lo demencial de las medidas que ahora parecen necesarias.
(...)
El medio ambiente y el dinero no se llevan bien, pero siempre gana, a largo plazo, el medio ambiente, al menos eso le ocurrió a Pepa con su muro de contención en la costa saguntina. Es difícil usar argumentos científicos en favor o en contra de la relajación de la protección medioambiental, si no eres un científico. 

Incluso si lo eres, como ocurre con los expertos en clima o meteorología que escriben en la penúltima de 'Levante', los mensajes sobre el clima, sus variaciones, sus efectos en las corrientes oceánicas y en el nivel de los mares, varían, según se trate de gente honesta, que recoge la información científica disponible sobre el tema, que a veces también puede estar sesgada por intereses económicos, o un tipo vendido a las petroleras o las eléctricas que en este caso es seguro que cobra por trasladar unas conclusiones que solo parecen científicas, pero no lo son.

Los incautos que reciban ahora como una buena noticia el indulto de urbanizaciones en Oliva, Alicante, Santa Pola y Xilxes, que fueron construidas transgrediendo los límites de la Ley de Costas vigente antes de ser modificada, tal vez se encuentren dentro de no muchos lustros reclamando indemnizaciones porque sus propiedades habrán sido inundadas por la fuerza del mar, indiferente a decretos y normativas.

Entonces reclamaran que paguemos de nuestro bolsillo algo en lo que no debieron invertir, si se hubieran molestado en preguntar a un pescador conocedor de ese mar, o a Pepa, la dueña del camping, si era segura o no esa inversión. 

El único mar seguro, el que no se encrespa de pronto haciéndote naufragar, el que no crece y decrece según leyes naturales que todavía no conocemos bien, es el mar literario. Tengo debilidad por el mar, la mar, siempre recomenzada, del universalmente famoso poema de Paul Valèry, que yace enterrado en Sète, El Cementerio Marino, un ejercicio simbolista que se estudia en todas las aulas francesas de primaria; por el mar tenebroso de Conrad, y por los mares del Sur tan cinematográficos, con piratas famosos, o el mar pictórico de Gauguin.

El mar de verdad es otra cosa, sigue sus propias leyes, no entiende de decretos y disposiciones que exceden una aproximación urbanística razonable a sus dominios. Ahora que, al parecer, estamos obligados a seguir al pie de la letra las políticas económicas, financieras y sociales inspiradas por la señora Merkel, no entiendo porqué en la legislación medioambiental no nos inspiramos también en los partidos verdes alemanes, con influencia parlamentaria, en lugar de hacer tanta chapuza legislativa que no protege nuestros bosques,  nuestras costas, ni a los incautos que se instalan allí.

En fin. El Nivel del Mar.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 18/04/13.

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