Desacreditados Parlamentos, Monarquías, Tribunales, Instituciones financieras, y políticas supra nacionales
como la de la Unión Europea, el deporte amateur es el último reducto de la civilización occidental, porque el otro, el deporte profesional, sufre de los mismos males que desmoronan el sistema.
Quienes han puesto las bombas en el maratón de Boston han hecho estallar,además de los cuerpos mutilados por su barbarie,
dos muertos y cien heridos, 64 de ellos amputados, según el portavoz de la policía de allí que cita 'Levante', una esperanza de regeneración social pues el deporte de aficionados es hoy la actividad humana que mejor encarna los valores
de una sociedad con posibilidades de progreso.
El esfuerzo, el altruismo, los deseos de superación, son valores que están presentes en estas manifestaciones desinteresadas de deporte popular, y hay que ser muy canalla para atacar a una sociedad precisamente ahí, en lugar de en los despachos y los bunkers donde se oculta el poder.
Ayer escuché una teoría conspirativa sobre este atentado, a la que no di crédito. Alguien dijo, al salir de clase de medios de comunicación, que podía ser un acción criminal alentada por algún
servicio secreto para justificar una respuesta contra Corea del Norte. Nada se ha dicho de los grupos que supuestamente están detrás del atentado, por lo que me parece mezquino, además de paranoico, aventurar conclusiones de esa naturaleza.
(...)
Cuenta 'Levante' que 'la primera explosión se produjo en la esquina de las calles Boylston y Exeter, cuando los participantes en la prueba llevaban corriendo cuatro horas y nueve minutos'. De esta precisión, me llama la atención el hecho de que centenares, miles de personas, corran durante mas de cuatro horas sin otra motivación que la puramente deportiva, en el noble sentido que tuvo en sus orígenes la palabra deporte. Es decir, hacer algo sin ánimo de lucro, por la pura retribución moral del esfuerzo personal, nada que ver con los chanchullos que rodean a otros deportes profesionales de élite, que ahogan en este momento a sociedades deportivas como el VCF, por citar algo cercano.
Contrasta dramáticamente esta motivación altruista, desinteresada, que nos devuelve la esperanza en el género humano,
con la brutalidad y el fanatismo de los, por ahora, desconocidos, que han colocado dos bombas en lugares en los que
podían causar el mayor daño posible, a personas inocentes, en favor de unas ideas destructivas que, por el momento, no han sido reivindicadas, de tal modo que no sabemos si es el odio individual, o el grupal, el motor de la masacre.
El antecedente histórico de un hecho tan lamentable como este fue el atentado que tuvo lugar con ocasión de las Olimpiadas de Munich, también entonces pagaron el deporte, los deportistas, el precio del fanatismo violento y sangriento que no duda en sacrificar vidas inocentes, en nombre de no se sabe que ofensas colectivas.
Desde que inventaron el deporte los ricos caballeros ociosos que, no teniendo nada mejor que hacer, iniciaron las costumbres del tenis, el golf, la equitación, el fútbol, o el criquet, la evolución de las actividades deportivas ha sido muy notable, y la violencia no ha estado ausente de su práctica con espectadores. En la memoria de todos están las tragedias en estadios de fútbol europeos o americanos, las agresiones homicidas contra espectadores después de un partido,
y esa otra forma de violencia química que es el dopaje, en la medida en que violenta el principio de igualdad en las competiciones.
A todas esas lacras había sobrevivido hasta ahora la práctica del maratón, deportiva, si, pero honesta, una fiesta urbana que celebraba lo mejor del deporte, sin la presencia de la violencia.
No se me ocurre mejor respuesta anta la agresión demencial de que han sido objeto los corredores y espectadores del maratón de Boston, que potenciar todavía mas esta actividad, aumentar el número de pruebas, el número de participantes
en esta fiesta sin otra motivación que la puramente deportiva, altruista y regeneradora, que es lo mejor que tenemos aún en la sociedad occidental, tan deteriorada en otros campos de la actividad humana.
Confieso que nunca he corrido una maratón, que solo practiqué la gimnasia olímpica hasta los diecisiete años, entrenado por un campeón nacional, pero me identifico plenamente con los valores que representan los maratonianos, y creo que todos estamos obligados a apoyarlos, a defenderlos y a estimular su expansión, pese a los violentos, los fanáticos, o los majaras que los han atacado de un modo tan cobarde.
Es una opinión.
En fin. Deporte.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 16/04/13.
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