lunes, 1 de abril de 2013

CRÓNICA (IMPRESIONISTA) DE BENIDORM/ROJO

Estoy tendido en la arena como un lagarto, el sol calienta mi piel cuarteada por el tiempo y una suave brisa de levante me coloca un poco con su aroma salino, con un efecto evocador de mi memoria adolescente, una memoria cuyo núcleo central es un color, el rojo.

El mismo rojo del bikini de una chica que hacía topless tendida en la arena de una playa ya desaparecida, a la que solía ir con mis amigos de la pre adolescencia colgado del estribo de un tranvía. Aquella visión quedó grabada en mi memoria mas antigua, porque yo entonces pensaba que las tetas eran algo exclusivo de las madres, y aquella chica no tenía pinta de ser madre, de modo que aquel descubrimiento, que todas las mujeres tienen tetas, me arrebató para siempre del mundo de la inocencia en el que vivía.

La muchacha del bikini rojo fue la responsable, sin saberlo, de mi tránsito hacia la edad adulta. Mientras jugábamos a la pelota, yo no le quitaba ojo a aquel prodigio y, años después, antes de que aparecieran en mis sueños, de modo recurrente, los lirios amarillos, soñaba con la chica del bikini rojo en las siestas festivas, hasta que la suave brisa de la tarde se colaba entre los barrotes de la reja de la ventana y refrescaba mi cuerpo sudoroso.

Ahora estoy tomando un gin tónic, a la sombra, con la venia de Millás, y toda esta evocación de la chica del bikini rojo se me antoja equivocada. Frente e mi, unos chavales dan saltos acrobáticos desde una gran pelota de goma medio enterrada en la arena, que es de color, ¿lo adivinan? rojo.

Tiene que ser un error ese sueño adolescente de la chica con el bikini rojo, porque entonces, nadie hacía topless en las playas y el bikini todavía no había aparecido.

En las playas de mi adolescencia, hacían su ronda vigilante las patrullas de policías a caballo, vestidos de gris, con gorra de plato y con la verga a mano, que vigilaban la moral de las braguetas del pueblo llano, cumpliendo un acuerdo entre los curas del Vaticano y los ministros franquistas, que se llamó Concordato, y cuyos flecos económicos e ideológicos aún colean hoy en día.

Lo recuerdo con nitidez, esta vez sí, porque los chavales que nos bañábamos desnudos, desoyendo las prohibiciones, al divisar a lo lejos la patrulla montada, avisábamos a voz en grito, ¡que viene la moral..!. Sí.

En fin. Benidorm/Rojo.

(Continuará..)

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 29/03/13.

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