Al regresar de la filmoteca, después de ver la peli de la que luego hablaré, acabo de darme cuenta, al releer la página La Cita, de que después de nueve años de escribir en el blog hay un signo que distingue ahora mi escritura. El intento de contar la realidad como si fuera ficción y la ficción como si fuera realidad.
La dicotomía entre realidad y ficción, en mi opinión, no se sostiene, pues la ficción es un producto humano
y, como todo lo humano, es parte de la realidad.
¿O no son reales las toneladas de polvo que cubren los millones de ejemplares que duermen en las bibliotecas bajo la etiqueta de género fantástico, es decir, ficción literaria?
Y no son fantásticas, absolutamente, las pinturas de Altamira, nacidas en una realidad que ya no existe?
Tal vez por eso, sin ser consciente de ello, al describir en La Cita un hecho tan prosaico y real como la asistencia a un acto sanitario de electro diagnóstico, he rodeado la historia de un aire de ficción que le ha dado una pátina de experiencia sadomasoquista, algo alejado de la realidad, pero que me indica que lo real y lo ficticio no son tan separables como parece, al menos como género.
De igual modo, la conversación telefónica entre un hombre y una mujer que sigue al relato del electro cardiograma, tiene una apariencia, me parece a mi, por lo coloquial del lenguaje empleado, por lo cotidiano del asunto, de algo muy real, siendo como es inventada en su totalidad.
Es decir, ficción, con apariencia de realidad.
Ficción o realidad, son separables?.
Precisaré algo más. Yo mismo, cuando intento dar apariencia real a un hecho ficticio, o trato de contar algo que parezca ficticio, siendo real, lo hago separando la narración por bloques, lo ficticio de un lado, lo real por otro? No sé.
Intentaré un ejemplo.
Hemos vuelto de la filmoteca satisfechos por haber vuelto a ver una película, Un Negre amb un saxo, de hace veinte?, treinta años?, no tanto por el tono de la historia, basada en la novela de Ferran Torrent, el escritor de Sedaví, hablada en valenciano, una historia que no resiste los avances del tiempo
sobre todo en la relación hombres/mujeres, pues en la peli, que nos ha gustado porque está rodada en Valencia, por sus localizaciones, por la interpretación de los muchos actores y actrices valencianos que participan, por el tratamiento del color, de la luz de la película, sin embargo
muestra algo tan irreal, que no se puede calificar de ficción, sino de disparate: Todas las tías de la película van locas por follarse a un tío. Desfasado, inconcebible y nada realista.
No voy a contar la película, si cito al autor de la novela es porque, en cierte ocasión, ocupé una mesa junto a la suya en Casa Carmina, en la
Pedanía de El Saler, mientras degustaba unas anguilas fritas.
Y esta es la cuestión, y en esto quien escribe tiene ventaja sobre el lector. ¿Cómo pueden ustedes saber si esto es cierto o inventado, lo de las anguilas fritas junto a Ferrán Torrent?. Es esto realidad o ficción, no hay forma de saberlo.
Al final, quienes escribimos, yo por lo menos,
actuamos como los cocineros de Carmina, que mezclan diversos condimentos en el mismo guiso, y quien lo degusta, percibe el resultado final en su paladar, si está bien hecho, como un todo, sin que domine, sin que se note, la composición de las especias.
No sé si he sido capaz de explicar lo de la realidad y la ficción, pero viene de la cocina un aroma a raya a la plancha y a brócoli escaldado
con ajos tiernos, que les aseguro que tiene una naturaleza absolutamente real, sin pizca de ficción, así que dejo las dudas para otro día.
En fin. Ficción, realidad?
LOHENGRIN (CIBERLHENGRIN) 12 10 16.
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