jueves, 13 de octubre de 2016

INVESTIDURA

He bajado a la terraza de La Fuente. El día comienza algo inestable, aunque cualquiera sabe como acabará, porque el tiempo meteorológico, como el político, no son fáciles de predecir.

Me he acomodado en el interior del local, junto a la barra. Mientras esperaba que se enfriara el cortado, una pantalla de televisión ofrecía la imágen de tres periodistas. En la faldilla de la pantalla ponía que aquello era un desayuno, informativo, supongo, porque esos tios tan serios, vestidos de negro, que no tomaban café, me han parecido la antítesis de mis divertidos desayunos con Cármen, en la terraza, quién intuyo que hoy no vendrá.

Decido permanecer junto a la barra, atento al discurso de los periodistas. Al parecer, el tiempo desapacible de aquí no es nada comparado con la tormenta catalana. No solo empapelarán a los políticos de un municipio por negarse a respetar la fiesta de la Hispanidad en su consistorio, sino que la violencia de la tormenta se ha llevado a una pobre persona arrastrada con su coche por el agua del Maresme. Descanse en paz.

En lugar de disfrutar de un chocolate con churros, los tíos de negro del desayuno se han puesto a hablar de la Investidura. Investidura. Ha sido escuchar esa expresión y enseguida he sabido que, gracias a ese programa de la tele, que no veo nunca, saldría de La Fuente con el tema para la página de hoy.

Mi propuesta para resolver la incertidumbre política que nos envuelve es que, en lugar de celebrar, en su caso, una investidura que se supone acabará con la incertidumbre, se escenifique una Desvestidura, me explico.

Quien quiera someterse a la investidura, que comparezca antes desnudo ante el parlamento. Que ofrezca su entera desnudez, sin tapujos, a sus señorías. Su cuerpo desnudo ofrecerá la noble belleza de la política, sin ocultar las máculas que un tiempo demasiado largo ejerciendo ese oficio deja, inexorablemente, en su naturaleza, y que la práctica del vestido oculta, con lo que nos quedamos sin saber que hay de verdad en cada candidato, y cuánto de máculas mendaces.

Las nubes, fuera, han comenzado a moverse. He salido a la terraza. No se si ha sido la grisura algo triste del comienzo del día, o las gotas desmayadas que me han humedecido el rostro y han evocado la ausencia de Sánchez en la investidura, pero esas gotas se han colado en mi memoria más antigua y han leído la letra de una vieja canción que cantaban las mujeres de mi infancia, que trato de recordar, aunque le pongo otro título:

"INVESTIDURA"

 "Ay...ay...ay...ay..../ cómo se la lleva el río../ ay...ay...ay..ay.../ lástima de mi querer../ con razón tenía celos d'el../ Una noche de verano../ cuando fué a verla su novio../ ay...no estaba en la ventana../ y la vió muerta en el río.../ que el agua se la llevaba../ ...ay..ay. ay...ay..."

No se si es la grisura triste del día, las gotas húmedas que me humedecen el rostro al salir de La Fuente, o los tristes tíos de negro del programa del desayuno televisivo, pero este potaje hace que regrese a casa con un cierto toque melancólico.

Yo hubiera preferido un candidato más jóven a la Investidura. Alguien que pudiera mostrar a todo el país la belleza de su cuerpo desnudo, -no hablo de Ciudadanos-- exento de máculas mendaces, de costras envejecidas por el ejercicio durante demasiado tiempo del noble oficio de la política.

En fin. Investidura.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 13 10 16.

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