lunes, 3 de octubre de 2016

Y YO ME IRÉ...

'Y yo me iré..', no estoy seguro de si es una estrofa de una canción de Perales, que tal vez escuché en el karaoke del Aula de Teatro, o es simplemente una invención de mi imaginación, porque me he levantado a las cinco de la madrugada, me he duchado, me he vestido y he trasteado un poco en el ordenador.

Luego he ido a la estancia de la casa que da al sureste, me he acomodado en el sillón, y he encendido la lámpara de pié que ha iluminado el marco de cuero rojo que contiene las fotos de mis tres hijos, y alguna nuestra.

Mirando el rostro de mi hija mayor, Mónica, con los ojos semicerrados, --le molestaba la luz-- su belleza tranquila y sus labios sensuales, como los de su madre, la imágen de Quique, con una mirada profundísima, cuando aún llevaba melena y un collar, con un aire de jefe navajo que me ha impresionado como si lo viera por primera vez. A Jordi, el menor de mis hijos, cuando no tenía mas de catorce años, con dos palomas en su mano, otra posada en su hombro y una sonrisa todavía infantil,  he proyectado una mirada nueva, el descubrimiento lúcido de que yo me iré, pero ellos se quedarán, y cuando ellos se vayan, a su vez, otros se quedarán, revela que esa continuidad evolutiva de lo humano es la sal de la vida, algo que me ha conmovido profundamente, porque no se trata de la vida efímera de uno, sino de la de todos, la de los que nos precedieron, la de los que nos sucederán, que da sentido a la existencia, por encima de cualquier otra consideración.

No sé porqué me preocupan, y me ocupan, en el blog, los excesos de las jerarquías, o las terribles catástrofes naturales o bélicas que nos muestra la televisión cada día, si vamos montados en un cuerpo planetario que flota en el espacio.

Cuando ví la fantástica película de Kubrick, 2001 Odisea del Espacio, me sentí habitando aquella nave espacial que se movía con una aparente lentitud extra gravitacional, al ritmo de la música vienesa, y yo, en la oscuridad de la sala, mirando la pantalla, me sentí parte de aquella lentitud dionisiaca, sin percatarme, en aquel momento, de la velocidad a la que viajamos.

De la trágica brevedad que tendría la vida, de no ser porque es un contínuo con quienes nos precedieron y nos sucederán.

Releo este preámbulo, y concluyo que las cinco de la madrugada debe ser una hora mística, a juzgar por el contenido que me ha salido, así que lo dejo por ahora, primero pensaba archivar el borrador, pero decido publicar esto así, para evitar las contradicciones entre este impulso mas o menos humanista, y lo mundano de la entrada que seguramente seguirá, cuando vuelva de tomar café con Cármen en la terraza de la Fuente. solo falta hora y media, y creo que la dejaré morir sin escribir una palabra más.

En fin. Y yo me iré..(La tontería del mes II)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 3 10 16.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios