Mijares es el nombre de un río que nace en la sierra de Gúdar y que acaba en el mar, que es el morir, pero también es la denominación de una cerveza artesanal que he tenido el privilegio de probar en un lugar idílico llamado Escaleruela, que ha sido protagonista
de la escapada que hemos hecho a Valdelinares, en la comarca de Gúdar, de la que haré a continuación la oportuna crónica.
Antes quiero felicitar a los artesanos de Mijares, la cerveza, un producto excelente, 5,5º, y un sabor intenso, a malta y lúpulo, no a cosas raras como la mierda de Amstel, a la que me vengo refiriendo desde que el último pack que compré, --ya no he vuelto a adquirir otro-- me salió rana.
Por cierto, la cerveza Ambar que llevábamos en una bolsita con hielo, que nos hemos tomado en el bosque de cabezo alto, no está a altura de la Mijares, pero se podía beber, no como la que ya saben, y no voy a repetir.
He consumido, no una, sino dos botellas de Mijares, para aliviar la comida en el restaurante de la piscifactoria, en la que hemos degustado, entre otras cosas, un par de codornices en escabeche, un poco de crema de setas, una ensalada verde, una trucha del lugar, un bacalao con crema de membrillo; un par de menús completos, más una tapa, además de un exquisito postre de crema de queso con frutas del bosque. Total, para los tres que hemos compartido el pedido, 46 euros.
Antes de comer, hemos visitado el cabezo alto, en Valdelinares, en busca de setas, pero lo que hemos encontrado es un bosque de pino atacado por la procesionaria, con una extensión de árboles enfermos o moribundos de esa plaga como nunca antes había contemplado en espacio natural alguno.
No entiendo que hace el gobierno de Aragón, los munícipes de Valdelinares, o quien coño sea, que no aplican una política activa de conservación de estos bosques, antes de que sea tarde. Como esta página no pretende ser un alegato ecológico, sigo con la crónica.
La cosa es que mi hija llamó ayer. --Raimon y los nanos se van a comer a Torrente, con la otra abuela. Si os apetece, nos vamos los tres a Valdelinares, a buscar setas.
Buscar setas, hemos buscado sí, hemos recorrido buena parte del cabezo alto, con el cesto preparado, pero solo hemos encontrado los agujeros
que hizo ayer la gente de la zona, para llevarse lo poco que había, antes de la previsible visita el domingo de los depredadores extranjeros, un ejemplar de seta tóxica, grande y bonito, sí, al que Encarna ha hecho una foto, sin tocarlo, y dos o tres babys de un par de milímetros, que tal vez alguien se lleve cuando crezcan, o no, el monte esta tremendamente seco, ya que por aquí no ha llovido cuando tocaba.
Ya que no había níscalos, nos hemos papeado, sentados en un poyo de un claro, sendas tortillas de jamón.
La desilusión de volver con el cesto vacío de Valdelinares, ha sido ampliamente superada con el placer visual, olfativo, sensorial, en suma,
de contemplar lo que es capaz de hacer el otoño en un lugar como Escaleruela, si tienes la fortuna de aparecer por allí, en el momento álgido de la estación.
No sé describir lo que he visto, recurro a las imágenes cinematográficas mas brillantes del cine oriental, como en aquella peli, 'La Casa de las Dagas Voladoras', para que tengan una referencia de lo que significa pasar unas horas en una chopera junto al rio, mientras las hojas de los árboles caen sobre tus hombros como una lluvia incesante de color dorado, y la alfombra de la hojarasca de los suelos se comporta al pisarla como un colchón de plumas, mientras una cascada artificial se precipita en una de las fuentes que adornan este lugar increible, Escaleruela, todavía con el esplendor de la chopera que conserva su magia luminosa, antes de quedar desnuda del todo.
Después de comer, nos hemos acercado a Mora de Rubielos. Allí, la sorpresa ha sido mayúscula. Hemos ido sin tener ni idea de lo que nos esperaba. Una actividad comercial y festiva, sorprendente. Una Feria ganadera y agrícola, con un montón de ejemplares equinos, algunos montados por sus jinetes, una exposición de ganado vacuno, hemos visto de todo, vacas, sementales; además de poneys, mulos, rocines, jumentos, todo eso, y cuando creíamos haberlo visto todo, nos hemos topado con una Feria comercial e industrial, con exposiciones, no solo de productos típicos, sino de maquinaria industrial y agrícola, en una sede comparable a la de cualquier ciudad mediana.
Un mercadillo enorme, extenso, variado, que no merece para nada el nombre de mercadillo, sino de mercado ambulante, así, con todas las letras.
Nuestra sorpresa se ha derivado de que ignorábamos lo que se cocía hoy en Mora, nuestra intención era callejear un poco por sus plazas, iglesias y castillo, pero lo que hemoe encontrado allí esta tarde, ha desbordado nuestras expectativas.
Hemos echado más de dos horas en Mora, que hoy estaba pletórica de gente, invadida de vehículos que hacían imposible aparcar salvo en las afueras, y nos hemos quedado cortos, pero era hora de regresar a casa, y hemos vuelto sin incidentes, acompañados de mi hija, aunque no me ha gustado que sujetara el volante de su coche con una sola mano, mientras atendía una llamada en su móvil, sin detener la marcha, por lo demás, ha sido
un día perfecto, sí.
He visto muchos otoños en el campo, pero ninguno como éste.
En fin. Cervezas en Escaleruela.
LOHENGRIN (CIBELOHENGRIN) 30 10 16.
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