viernes, 28 de octubre de 2016

HIGADO DE RAYA

Ayer tuve, de nuevo, una mañana ajetreada. Desplazarme en el bus 6 al otro lado de la ciudad, para recoger unas recetas autorizadas que presenté  para su diligencia en una mútua. Cumplido el trámite fuí, paseando, hasta el estanco que está a este lado del puente de Serranos. Un paquete de West, azul. --Son cuatro euros. Crucé la calzada y en la parada que está frente al estanco, tomé el bus de vuelta.

Luego fuí a la dulcería adonde encargamos siempre las tartas para los cumpleaños de nuestros nietos. Recogí la que habíamos encargado con la leyenda, Felicidades Raimon, para festejar que el mayor cumple hoy once años.

Entre una y otra cosa, se hizo la hora de entrar en la cocina, para ayudar a mi mujer, pues se celebraba comida familiar. Cuando regresé a casa, Encarna ya tenía preparado el arroz en la cazuela, solo faltaba meterlo en el horno, pero aún era pronto para eso.

Intenté preparar la pasta para hacer unas croquetas de bacalao, para las entradas, junto con la ensalada de canónigos, los montaditos de queso de cabra con semillas de sésamo, las croquetas de pollo y, ahora viene el truco de cocina, como no  conseguí ligar la pasta para las croquetas de bacalao, que  quedó poco consistente, mi mujer le  echó no se qué, y, nos inventamos unas tortitas de brandada de bacalao, algo así como las tortitas de camarón, pero sin camarón, que estaban que te cagas.

Mientras trasteábamos en la cocina, fueron llegando los comensales, la madre del cumpleañero; Quique, que ha vuelto de Barcelona, después de hacer un reportaje allí por cuenta de los cockteleros, que gustan de perpetuar en vídeo sus cosas profesionales y ha contado como, terminado el trabajo, los llevaron a él y al equipo del que formó parte, a cenar a un restaurante en la planta veinticuatro del edificio Colón, los trataron a cuerpo de rey, después de recibirlos con champán y ostras, y degustar una serie de delicatessen, al final sirvieron una ventresca de atún, de un atún que pesó 300 kilos.

Al oir lo de la ventresca de atún, mi mujer me recordó que en la nevera está el hígado de raya que reservamos, cuando compramos ese pescado, y que yo no aprecié en su momento.

Cuando ya estaban todos los comensales, también vino Jordi, con Marcela, y el arroz estaba a punto para salir del horno, pusimos en una sartén, con solo dos gotas de aceite, el higado de raya, vuelta y vuelta, pero no crudo.

Cuando lo probamos, acompañado de un blanco verdejo frío, no me lo podía creer. Ni el más exquisito de los patés de oca que ofrecen en las tiendas gurmet se puede comparar a la exquisitez de este manjar de dioses, que deja una sensación en el paladar de una rica complejidad que nunca había conocido en mi larga vida de cocinero aficionado.

El domingo volveré a las andadas con mi fideuá de bacalao, pero  no he querido dejar pasar la ocasión de divulgar, para todos los usuarios del blog, los aficionados a la cocina en especial, la extraordinaria experiencia gustativa que ha supuesto para mí descubrir el hígado de raya. Algo bastante tonto por mi parte, porque es seguro que ustedes ya lo habían probado antes.

Después de comer, nos fuimos con mi hija mayor a la pedanía del Saler, recogimos del cole a mis dos nietos, le entregamos al mayor su regalo de cumpleaños, un monopatín con sus accesorios comprado en In-Graviti, y luego nos  papeamos la deliciosa tarta con la leyenda Felicidades Raimon, después de que el citado  apagara sus once velas.

Un día completito. Solo faltaba, o no, esta página.

En fin. Higado de Raya.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 29 10 16.

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