martes, 12 de junio de 2012

AROMAS ESENCIALES

Hoy hago de canguro. De camino al bosque de la Devesa, en cuyas cercanías viven mis nietos, percibo el perfume de los espárragos silvestres, las hierbas aromáticas y la madera de pino, muy intenso dado lo temprano de la hora, se ve que los vegetales necesitan cierto grado de humedad para expresar sus cualidades odoríferas, antes de que el sol inclemente inhiba su manifestación.

Compro el periódico en el quiosco al lado de Ca Pepe, para dejar morir el tiempo hasta la hora de entrada al cercano colegio y aspiro su intenso aroma a tinta fresca, como un aficionado al crack. La tinta del periódico tiene la rara facultad de estimular mi memoria mas antigua, cuando la vida material de los periódicos se prolongaba mas allá de su lectura, en distintos usos. Envoltorio de los bocadillos de quienes se dirigían a trabajar a la obra, entre las luces difusas del amanecer. En tiempos de fiestas pascuales, material para la fabricación artesanal y doméstica de catxirulos, papel para envolver los frutos secos y otros productos de mercado, o para otros usos, digamos, higiénicos.

La aceleración del tiempo histórico ha acortado ese tiempo de vida de la prensa escrita, hasta reducirlo a una breve trayectoria, de la lectura a la basura. Hay otros aromas, también otros indicios de esa aceleración, de los que ahora me ocuparé.
Antes de entrar en materia, otra breve referencia de los efectos que me produce percibir el aroma de la tinta impresa. Ignoro si se trata de algo genético, pues mi abuelo fue tipógrafo y cuentan las crónicas familiares que también escribía. Una vez escribió un llamamiento a las madres para que se opusieran a la leva de sus hijos para la guerra de Marruecos y, a consecuencia de esa osadía, acabó exiliado en Marruecos, bajo la protección de Abd el Krim.

Hay otros aromas, por ejemplo los de las mujeres, que el asesino de la novela de Patrick Süskind trataba de apropiarse por el procedimiento de despellejarlas, buscando debajo de la piel sus esencias. Una versión mas ligera, menos destructiva, es lo que le pedí ayer a una compañera de clase. Hablábamos del tiempo, como cuando se viaja en ascensor. En concreto del tiempo nocturno y, cuando me confesó que dormía con un escueto camisón corto para librarse del calor, le pedí, que cuando desechara esa prenda, me la dejara, para disfrutar del aroma de su cuerpo aún serrano. No se si estará por la labor.

El 'Levante' de ayer llevaba un cuadernillo completo referido a otros aromas. Se ha celebrado aquí la VIII
Noche del Vino. Juro que de las otras siete, no me he enterado, se ve que ahora la han publicitado mas.
Lástima que, al estar medio amortizado, mis hábitos sean ahora mas diurnos que nocturnos, pues me hubiera gustado acompañar a los catadores y meter la nariz en una copa de ese caldo primigenio, en tiempos privilegio de los sanedrines y ahora al abasto de cualquiera en los supermercados, aunque el esfuerzo de promoción de este acto está en relación con el hecho de que el consumo de vino por cabeza es aquí muy inferior al de Francia o Italia.

Vamos con lo de la aceleración del tiempo histórico. Mi preferencia por las noticias impresas no excluye que de un vistazo de vez en cuando a los diarios digitales. Ayer miré El País y El Mundo, ambos trataban de los eufemismos y las imprecisiones del lenguaje oficial en su explicación del rescate, llamado en la jerga del gobierno línea de crédito. Hoy, 'Levante' publica una foto de Rajoy, sonriente, con su cartera de jefe de gobierno, como si volviera de una entrevista con un banquero que le ha concedido una línea de crédito.

¿Es una hipoteca?, como no hay garantías reales por medio, no. Es un crédito, eso dice el gobierno, pero con una garantía personal, implícita, de 47 millones de avalistas, nosotros, que respondemos con nuestros impuestos futuros, con nuestras pensiones futuras, como fiadores de esa operación galáctica destinada a sanear los bancos flojos.

Una prueba dramática de la aceleración del tiempo histórico es que han bastado diez años de especulación para cargarse el capital económico, financiero y humano, acumulado en los últimos cincuenta años.

Es ese dramatismo el que trata de ocultar por todos los medios, el lenguaje de eufemismos e imprecisiones de los que van a firmar, porque disponen de nuestro poder otorgado a través de los votos, ese contrato, seguramente para evitar males mayores.

Aunque uno haga gala de un pesimismo existencial, también le queda algo de optimismo antropológico. Si recordamos lo que pasó en la crisis de 1929, mientras el presidente de Estados Unidos negaba la gravedad de la crisis, los banqueros y los brokers se lanzaban desde las ventanas de la Quinta Avenida, a docenas. Parece mas civilizado el intento de apuntalar los bancos flojos, que dejar que sus gestores se tiren a la vía del Metro, digo yo. Aunque sea con nuestra firma implícita como avalistas.

Hubo alguien en Estados Unidos en aquella época, que retrató de una manera descarnada, sin eufemismos, lo que estaba sucediendo en los interiores de las casas en aquella situación crítica, Edward Hopper, el pintor americano de quien el Museo Thyssen presenta una gran exposición que se podrá visitar hasta el 16 de septiembre.Espero poder visitarla, aunque mi primer intento para liar a Lola y Antonio ha recibido como respuesta que, no saben, estamos en crisis.

La mejor información que podíamos haber recibido de este asunto del rescate, o línea de crédito, habría sido un cuadro de Hopper, representando la escena del último acto de las negociaciones, pero, ay! Hopper ya no está entre nosotros, nos hemos de conformar con las declaraciones del gobierno, las interpretaciones de los diarios digitales, aunque yo prefiero la foto de Rajoy sonriente portando su cartera, no es un Hopper, pero huele a tinta.


En fin. Aromas esenciales.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 12-06-12.

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