lunes, 18 de junio de 2012

EL RIO, EL LIBRO

Al igual que no es posible bañarse dos veces en el mismo río --Heráclito-- porque cuando lo intentas el río ya es otro, no es posible leer dos veces el mismo libro. Aunque el libro, algo mas polvoriento, sea el mismo, el lector que aborda su relectura habrá sido objeto de una mutación producida por el tiempo que le impedirá leerlo de la misma manera. Le parecerá otro libro.

Cuando abordé, con una determinación suicida, la lectura de 'Ulises' de Joyce, por primera vez, lo hice con la ligereza de la inexperiencia, sin el bagaje previo de lecturas clásicas que me permitieran entender su estructura, quedándome solo con la pátina de su lenguaje experimental.

Esa primera lectura, pese a su superficialidad, me permitió abordar después la lectura de Larva, de Julián Ríos, de la que alcancé --creo-- una mejor comprensión, que no habría sido posible sin mi acercamiento primerizo a Joyce.

En este caso, se trató de dos libros distintos, pero una cierta semejanza los hacía parecer el mismo libro. Uno tiene la sensación de que todos los libros cuelgan de un único racimo y que es posible reclinarse en un triclinio, alargar el brazo, y tomar un fruto literario cualquiera con la sensación de vivir una experiencia sensorial extraordinaria, siempre que los editores hayan separado los frutos verdes y solo hayan dejado los comestibles, lo que no siempre sucede.

Tal vez mi lectura mas repetida, a la que luego no volví, fue la de una edición escolar del Quijote, cotidiana y obligada en la escuela algo clandestina en la que transcurrieron mis únicos años escolares. De pie, con el libro en las manos, cantaba la letra de esa música literaria fundacional de la novela española, mientras algún compañero, sentado, palpaba los genitales de una niña, como si estuviera en un aula de iniciación sexual.

Casi lo único que no he olvidado de aquel lugar donde estuve hasta los doce años es el olor de la madera de los tableros hendidos por profundas grietas que, apoyados en caballetes, configuraban las provisionales mesas de estudio, y el tremendo bofetón, merecido, que me marcó la cara cuando la maestra represaliada que dirigía aquel chiringo se percató de que yo copiaba.

Esa tendencia mía a la copia, ahora que me doy cuenta, ha resistido el paso del tiempo pues, al releer la primera versión de esta entrada, escrita a mano casi de modo automático, mientras hago de canguro en casa de mi hija, parece un plagio del artículo de Goytisolo que publicó ayer El País, en la 35, "Leer y releer 'La Muerte de Virgilio'. "

Si no me creen, busquen, comparen y dejen su opinión vía comentarios.

En fin. El Rio, el Libro.

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 19-06-12.

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