martes, 5 de junio de 2012

EL HOMBRE DEL TRAJE ROJO

Si me ponen a parir por usar una excesiva simplificación para expresar lo que quiero decir, me parecerá bien. En el mundo hay dos clases de personas, una mayoría se preocupa por su atavío, por su aspecto exterior, por el efecto que puede causar en los demás, y una minoría no.

Entre esa minoría, hay, solo a efectos de clasificación, otras dos categorías. Lo que podríamos llamar sabios distraídos que viven en un mundo de abstracciones, siempre pensando en lo suyo, sin percibir apenas lo que les rodea. He conocido algún ejemplar de estos, algún rector, que llevaba un traje lleno de lamparones sin que pareciera importarle lo mas mínimo ese desaseo. Luego están los que tienen una concepción astronómica del mundo y de ellos mismos y, por una u otra razón, asumen que ellos son ese centro, y no les preocupa, para nada, lo que piense diga o haga la periferia, porque, como dijo el zar de Rusia y he citado en otra página, ellos son los importantes, los que hablan con ellos, ocasionalmente, también lo son, pero solo en ese momento. 

Hasta aquí la teoría. Ahora vamos con la práctica.
(...)
Quienes hayan visto las imágenes de Botín, vestido con una camiseta de manga corta y un pantalón corto, ambos de color rojo, en un acto público en el que la mayoría de los asistentes no destacaba por su ajuar, podrá clasificar, sin dudar, a nuestro primer banquero, usando la taxonomía que he sugerido mas arriba, como un conspicuo representante de esa minoría que se siente el centro del mundo --no por egolatría, sino por datos objetivos-- y desde esa posición psicológica y financiera, ejerce el omnímodo poder de vestirse como le da la gana en cualquier situación.

Hay otro aspecto interesante en estas imágenes que dan a entender que Botín estaba jugando al golf o al padel y lo ha dejado un momento para acudir a ese acto en el que se le vio. Demuestra que la vida pública es, para Botín, sobre todo, una comedia, un acto de representación, en el sentido teatral del término, algo sin ningún valor añadido, comparado con el mundo de los negocios que, de todos es sabido que se cierran mas en el green que en las mesas de despacho.

El recorrido de Emilio Botín desde su antigua condición de banquero pueblerino hasta el estatus de banquero global es comparable, no en el tiempo, pero si en la intensidad, con una competición entre purasangres, en la que otros terminan reventados sin llegar a la meta. No hay mas que recordar la nómina de personajes que han pasado por la banca, y ya no están en la carrera.

En ese tránsito, Botín no ha hecho ascos a cabalgar por la fina línea que separa la legalidad de la ilegalidad.En los tiempos en los que yo trabajaba con los vinateros exportadores, el presidente de ese gremio le confiaba sus cuentas al Santander, no por casualidad, sino porque recibía una prima en negro por sus depósitos, además de los intereses 'oficiales'.Hace poco ha salido a la luz pública --antes de la amnistía fiscal-- la 'regularización' de su patrimonio familiar depositado en Suiza, al parecer, hace muchos años. Hubo otro asunto, bastante gordo, por un producto, los 'certificados de depósito' que por parte de Hacienda se consideró diseñado para la evasión fiscal, que ha sido objeto de largos pleitos, sin que sepa muy bien que ha pasado al final, tanto se ha dilatado en el tiempo.

Pero, todo esto, son menudencias, para el objeto de esta entrada, que no es otro que señalar el carácter singular de ciertos personajes, tan energéticos, tan seguros, tan poderosos, que les importa una mierda acudir en calzones a un acto público --una mejora respecto a los reyes antiguos que recibían sentados en un retrete portátil a los embajadores-- porque ellos son lo único importante, los demás, si hablan con ellos,también lo son, pero solo en ese momento. Dios salve al Zar. Larga vida al Zar de todas las rusias, al jefe de todos los Bancos. Viva Botín. Por lo menos no nos estafa, aún, con las participaciones preferentes.

En fin. El Hombre del Traje Rojo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 5-06-12.

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