Anoche vi en el cable, por azar, 'Copiando a Beethoven', una excelente película, y creo que fue lo mejor que me sucedió en un día algo anodino, marcado por la atención de los medios, primero a la expectación, y luego a la decepción, ante los resultados del 'sorteo' de la lotería olímpica.
El Beethoven que nos presenta la encarnación cinematográfica de este músico excesivo en su genialidad, es un tipo zafio, iracundo, atormentado por su sordera, egocéntrico como todos los artistas y al mismo tiempo sensible e inseguro por sus limitaciones físicas para la dirección orquestal.
Pocas veces he visto representada en la pantalla con tanta contundencia la emoción que puede llegar a producir la música entre quienes la escuchan, como en la puesta en escena del estreno en un teatro de Viena de la Novena sinfonía. Si todavía hoy desata esa música tantas emociones, cuesta entender lo que sintieron quienes tuvieron el privilegio de escucharla por primera vez.
El personaje de Anne Holz, la copista de Beethoven que da título a la película, es tan opuesto al del músico alemán y a la vez tan complementario, que ambos parecen una alegoría de la Bella y la Bestia, pero el éxito de esta película, su facilidad para conectar con la sensibilidad del espectador medio, partiendo de una música compuesta en el siglo diecisiete, contrasta con la indiferencia y la incomprensión con la que el público mayoritario recibe la música contemporánea, desde Stravinsky
hasta Tomás Marco.
Así como Beethoven, igual que Goya, padecieron una sordera física que influyó en sus creaciones artísticas mas tardías, caracterizadas por una expresión de su talento difícil de reconocer por el público de su tiempo –en la película, la fuga que compone Beethoven después de la novena, es un fracaso de público por su carácter innovador-- los aficionados actuales parece que estamos afectados por una incapacidad adaptativa para reconocer ciertas estructuras musicales ajenas a los patrones melódicos tradicionales, que no terminan de entrar en nuestra sensibilidad musical porque nos resultan extrañas y ajenas.
En la película, el músico alemán, se ve reconvenido por los golpes de escoba que dan los vecinos de abajo, hartos del 'ruido' de su molesto vecino. Me parece un apunte cinematográfico de un realismo
crudo que contrapone el mito con la mediocridad de lo cotidiano. Yo mismo tuve un vecino que se hizo pianista, y toda su vida vivió de su arte. Pero en los nueve años anteriores, sus vecinos tuvieron que soportar la monotonía de su formación musical, por medio de repetitivos ejercicios tan obsesivos y redundantes, que ponían a prueba los nervios de cualquiera.
Ver esta película, además de un placer estético que alcanza su mejor momento en la larga secuencia del estreno de la Novena, es un estimulante recordatorio que nos confirma que la vida, la música y las personas, suelen estar provistas de diferentes colores, que el talento musical puede coexistir con la zafiedad, que la capacidad para emocionarse con una música del siglo diecisiete, puede ir acompañada de una incomprensible cerrazón para aceptar la música de ahora mismo, que dos personalidades tan opuestas como la de Anne y Ludwig pueden encontrarse, entenderse, a través de la música y que la consideración de genio mítico que ahora apreciamos en Beethoven es compatible con la condición de vecino insoportable que percibieron quienes sufrieron su cercanía.
Estoy encantado de haber encontrado, por azar, esta película en el cable. Me ha arreglado un día demasiado anodino, con los medios entregados a la expectación y a la desilusión de la lotería olímpica.
En fin. 'Copiando a Beethoven'. Emitida anoche por el canal Cinemateka. Tal vez la vuelvan a poner.
De nada.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 3-10-09.
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