(….) “La tórtola, abandonada por sus congéneres, con la cabeza bajo el ala, inmóvil, aterrada, se refugia sobre la mínima superficie del foco de la farola. A veinte metros sobre el suelo, el ave indefensa intenta asimilar la rareza de su singularidad, pues ya es raro que un pájaro sufra de vértigo.
Una infrecuente alteración genética le ha construido un oído interno defectuoso, allí donde dicen que se aloja el secreto del equilibrio, la noción de espacio, el reconocimiento de la verticalidad, la percepción de la altura y la profundidad, y por mucho que sus progenitores se han empeñado en enseñarle a volar, la tórtola ha permanecido inmóvil, en el nido, por miedo a las alturas, hasta que el veredicto grupal de su incapacidad la ha condenado a ser trasladada, colgada de las garras de sus porteadores, hasta su exilio actual de individuo sin grupo.
Si fuera un filósofo, un escritor, un anacoreta, su aislamiento no tendría importancia, pero ser un pájaro con miedo a las alturas, abandonado sobre una farola urbana, es un destino de una crueldad incomprensible, que nos recuerda que en la vida natural, y aún en la humana, el azar es quien detenta la banca en un juego cuyas cartas distribuye a su antojo, sin consideraciones morales o humanitarias, sin conciencia de su propia crueldad, y somos nosotros los seres vivos, hombres o animales, quienes debemos jugarlo con las cartas que nos han dado y, si es posible, intentar ganarlo, sin dejarnos intimidar por la adversidad del reparto.
El grito desesperado de la tórtola, que yo escuchaba desde el jardín, procedente del laberinto, ha evocado esta otra llamada, real, que escuché desde el balcón en una tarde de julio. Su protesta insistente, recién abandonada, dio paso de un modo gradual a un silencio resignado.
Su inmovilidad inicial, causada por el pánico a las alturas,ahora algo mas controlado, le permite un breve reconocimiento de los escasos dos palmos de superficie que la acogen. Gira sobre si misma, moviendo apenas sus patas, sin apartarse demasiado de su centro seguro. El grupo al que pertenecía ha desaparecido, cobijado bajo las hojas de las acacias que les procuran sombra, en el lejano parque.
El instinto de supervivencia del animal pugna con su limitación, le invita a superarla. Bajo un sol de justicia, la tórtola se aventura un centímetro mas, gira. Saca la cabeza del ala, reconoce el entorno. Bate sus alas no del todo cubiertas por un plumaje a medio cocer. Abandona el silencio resignado y llama de nuevo con su grito sordo, al que nadie responde. De algún modo, la tórtola siente que solo puede contar con sus propias fuerzas.
Mientras, el estío impone su ferocidad sobre el asfalto de las calles vacías. La calma chica es atravesada, a ráfagas, por los flujos calientes del viento de poniente. Finalmente, la fuerza del viento prevalece y una racha violenta arranca a la tórtola de su refugio, que se ve arrastrada por su vuelo torpe al centro de la corriente térmica.
Un individuo de otro grupo aviar, desconocedor de la limitación de la tórtola, vuela a su lado en el mismo camino de viento, hasta que el impulso de la corriente se detiene y ambos se posan en el suelo, cerca de unas migajas de pan, junto a la fuente ornamental.
Esto no intenta ser una fábula, ni tiene vocación de metáfora, es solo un breve apunte sobre una tórtola que padecía vértigo, abandonada sobre una farola, junto a mi balcón, a la que se llevó el viento de poniente y cuyo instinto de conservación la impulsó, venciendo sus miedos, a volar.
La traigo al jardín por la identidad entre su condición y la de otra ave que figura en mis viejas historias. Cualquier parecido entre ambas tórtolas, la real y la inventada, es simple coincidencia.
Vuelvo a escuchar el zureo de la tórtola imaginada en su escondite del laberinto y es idéntico al que escuché aquella tarde de verano, desde mi balcón.
Luego saldré a pasear de nuevo por las calles de Heliópolis. Aprovecharé para observar los pájaros que se cobijan en los árboles urbanos. Intuyo que ese paseo contemplativo me dará para enriquecer esta mínima historia aviar.”
CONTINUARÁ
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-10-09.
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