jueves, 15 de octubre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (XVI)

(….) “EL OTOÑO ha llegado a su fin en el jardín de Heliópolis. He debido reparar los tejados de la casa de los daños sufridos por las tormentas de granizo. Devolví a la carpeta la imagen representada del jardín en su tiempo de otoño y ahora estoy sentado en el sillón de mimbre, con una bufanda de cachemir puesta, contemplando la versión invernal del mismo espacio.

Las primeros signos del invierno se hacen presentes y visibles en las especies mas vulnerables a los ciclos climáticos. La vid parece ahora un esqueleto desnudo, expuesto a la intemperie, y sus sarmentosas extremidades se extienden al atardecer proyectando una inquietante sombra bajo la claridad lunar.

El bancal de las flores ha sido arrasado por los fríos tempranos y las ramas de los árboles de hoja caduca decoran la soledad invernal con un aire de melancolía en sus perfiles, mientras los montones de hojas muertas se desplazan por el suelo siguiendo la dirección de los vientos del norte, que ahora arrecian mas.

Los frutos han desaparecido de la arboleda, incluso el árbol de palabras del laberinto se ha secado, sin representar ya un riesgo para quienes, desorientados, llegaban a el. Ahora se arreglan con su propio vocabulario. Los pájaros están mas silenciosos, ocupados en encontrar comida, rara vez se les oye expresarse como antes.

En cuanto al barón rampante, sigue, como siempre, sobre la copa del magnolio, un poco ajeno a su alrededor, inmerso en sus cavilaciones, pero se ha embozado con una capa, para protegerse de los rigores del clima.

Es el tiempo de ocuparse del jardín de cactus.

“Invierno nuevo. Una vida quebrada. Tras el muro de cristal, las desnudas copas de los árboles se recortan sobre un cielo amarillo, en la tarde que declina. Las luces blanquecinas iluminan el hueco interior de un enorme volumen arquitectónico que sobrecoge por su vacío. El extenso espacio, solo habitado por una docena de grandes macetones que contienen plantas sin flores y arbustos, está en silencio. Solo se escucha el suave rumor del agua de la fuente central, rodeada por un jardín de cactus.

En las salas metálicas, los muertos apacibles se confunden con los objetos del adorno funerario que los empleados del tanatorio han depositado a su alrededor. Tras las mamparas, los deudos miran, como a través de un acuario, la presencia inmóvil y acuosa de los yacentes.

Los cuadros que cuelgan de las paredes, en la sala 10, son la representación misma de la abstracción
fría. Tonos verdosos y azulados. Evocaciones de humos de cremación. Corrientes fluviales que se despeñan por el abismo y volúmenes geométricos que se agotan en si mismos, sin ningún rastro evocador de figuras humanas.

Mi amigo, el inquilino de esta sala, ha hecho un laborioso trabajo de autodestrucción durante años con minuciosidad oriental. No menor que el que realizamos quienes todavía estamos enganchados al tabaco, o a otros hábitos poco saludables, pero en su caso, ha sido más rápido, mas eficaz, mas contundente que quienes aún le sobrevivimos. Es un misterio porqué, a veces, labramos concienzudamente nuestra propia destrucción. Un misterio para los otros y para uno mismo. Ni siquiera sabemos si en el segundo último lo alcanzamos a comprender. Todos tendremos un motivo, supongo, aunque no acertemos a reconocerlo.

Las rejillas de climatización del falso techo son como soles apagados. Las luces del acuario se oscurecen, se oscurecen. Cuando abandono el recinto, con el crepúsculo, dejo una última mirada junto al jardín de cactus al que, con certeza, todos regresaremos.

Un invierno nuevo, una vida quebrada.”

En memoria de Ramón Tarazona, compañero de algunos vicios y malos hábitos.

Me he ocupado del manglar, la tórtola, los jilgueros y el jardín de cactus, entre otras cosas.
Hace frío. Es hora de retirarse a la casa, encender el fuego de la chimenea y pensar, al calor de la lumbre, en el trabajo pendiente. Las gaviotas, los cormoranes, el águila, el buitre, las lilas, –ya estarán muertas-- los álamos, los cedros, los cocoteros, –ahora será verano en el trópico-- el avellano, los palomos, el rincón zen y la alberca con nenúfares.

Mucho curro, para una sola estación del año, habrá que dejar algo para la primavera.”

CONTINUARÁ

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 15-10-09.

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