miércoles, 14 de octubre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (XV)

(….) “ Escucho de nuevo el canto de los jilgueros junto a la pajarera del jardín y me viene a la memoria la historia escuchada al ornitólogo, quien está convencido de que los hombres actuales, antes, fuimos pájaros, y que muchas de nuestras desventuras tienen su origen en la pérdida de la facultad de volar. Parte de esa historia formó parte de la entrada anterior. Ahora voy a seguir con el relato del ornitólogo.

“Algunos de estos individuos, cuando se aventuran fuera del entorno urbano y, por azar, contemplan el vuelo de un águila real o un buitre leonado en los espacios sin límites, se dice que no pueden soportar su condición de seres privados de la habilidad del vuelo y se dejan caer por los despeñaderos, incapaces de seguir viviendo sin alas.

Otros, para consolarse de su melancolía, se empeñan en el ejercicio mezquino del poder y la dominación. Se afanan, desde su mediocridad, en la acumulación y el despojo, como si la desgracia ajena fuera una suerte de retribución a su propia pérdida. Cuando, después de una jornada de falsos oropeles y patéticas representaciones vuelven a sus estancias, los espejos isabelinos les devuelven su imagen verdadera, y la ausencia de alas que ven reflejada les devuelve a la condición menesterosa y triste de sus contemporáneos.

Los mas, en fin, se reúnen en lugares místicos, en presencia de ídolos y representaciones de una humanidad todavía alada y hacen del culto a su pasado remoto una razón de vida. Se cuentan entre sí antiguas historias y fomentan la búsqueda de reliquias y testimonios de aquel tiempo, fragmentos de plumas conservadas en el interior de algún bloque helado, cartílagos y restos de antiguas garras.

En algunos de esos sitios de culto, terminan sus ritos con cánticos ceremoniales, mientras un autómata alado, conducido por control remoto, bate sus alas bajo la cúpula del duomo dedicado a su advocación, edificado gracias a los mecenas que despojan al resto de la población.

Existen, sin embargo, otros grupos, dedicados a formularse preguntas y a investigar, que sostienen que el alado mundo antiguo no era tan seráfico y que la condición de libertad sin límites que se le atribuye es, sobre todo, una creación de la descomunal losa de melancolía que paraliza las energías creadoras de la actual población, favorecida por aquellos que sacan tajada de esa abulia.

Defienden, que la sociedad alada estaba fuertemente jerarquizada y que la circulación por aquellos cielos ancestrales era cualquier cosa menos libre, que estaba constantemente amenazada y controlada por ciertos grupos, en perjuicio de otros.

Sostienen, que el hecho de carecer de alas no incapacita a los hombres contemporáneos para conseguir una razonable satisfacción en el oficio de vivir, a condición de que se liberen de la falaz tristeza por el paraíso perdido y asuman que la vida es un logro cotidiano, que han de intentar, cada uno con el grado de intensidad que le sea posible, liberarse de oscurantistas, aprovechados, explotadores y falsarios, asumir que ya no tienen alas físicas como las de sus ancestros, pero pueden elevar sus energías por encima de la mediocridad, la frustración, la sumisión o la melancolía. Es posible que puedan contribuir a que el mundo que les ha tocado vivir, sin alas, sea mas plenamente humano.

Después de la intervención del ornitólogo siguió un largo silencio, que yo interrumpí para preguntarle, -Es usted doctor en filosofía?.

--Nada de eso, lo poco que sé lo he aprendido observando a los pájaros. Tienen alas pero, por lo demás, son bastante parecidos a nosotros.”

Cuando terminé de rememorar el discurso del ornitólogo, centré mi atención en la pajarera. Vi una pelea por la jerarquía del grupo entre las carroñeras y un apareamiento entre una pareja de jilgueros.
Poder y Sexo. Después de todo, es posible que el ornitólogo tenga algo de razón, algunas cosas son comunes a casi todas las especies.”

CONTINUARÁ

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 15-10-09.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios