martes, 13 de octubre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (XII)

(….) “Al día siguiente, después de un sueño reparador, me acomodé en el sillón de mimbre, impaciente por descubrir lo que me deparaba mi estancia en el jardín. Los vapores salados del mínimo estanque donde sobrevivía el manglar, evocaron un paisaje y un paisanaje a los que me acerqué hace algo mas de tres décadas y que son la razón por la que he incluido el manglar en el jardín.

“Bianca nació de un trozo de pirita fecundado por el monzón en un lugar brumoso. Su sustancia mineral se humanizó recitando a Marlow y se convirtió en una muchacha de veinte años con la nalga derecha tatuada por una flor multicolor.

Corrían los años setenta y en el mas lejano norte de la selva amazónica, donde las aguas del gran río se dispersan en meandros habitados por el manglar, antes de sumergirse en las oquedades de sierra Tumacumaque, un garimpeiro sacudía su cedazo con minuciosa profesionalidad y su rostro llevaba puesta esa mañana una expresión melancólica.

Su piel, agrietada por el sol del trópico, tenía el tono dorado del codiciado metal que perseguía con poca fortuna, desde que sus ancestros le transmitieron el adictivo afán de la búsqueda. Con un gesto repetitivo de su mano derecha descartó un trozo de pirita, que salió despedido del montón de tierra lavada que escudriñaba, hacia el rico manto vegetal de la ribera.

Al llegar la estación de las lluvias, la erosión hizo fermentar el interior del tosco mineral y un diminuto embrión humano, con aspecto de niña, inició su ciclo de crecimiento junto a otros habitantes de la selva, fruto de la misma cosecha de llanto cíclico, y juntos prosperaron en la cálida y húmeda placenta del bosque, hasta convertirse en seres adultos con la piel dorada por el polvo aurífero del cedazo del garimpeiro.

El rostro de niña antigua de Bianca conservaba un aire mineral cuya energía se concentraba en una mirada intensa, en contraste con su aparente fragilidad. La última vez que la vi conversamos mientras el hielo tintineaba en el vaso largo que Bianca sostenía con sus manos menudas y los cubos pajizos se deshacían en la bebida larga, rebajada con agua, básicamente igual a la del monzón amazónico que fecundó aquel tosco fragmento de pirita.

Fuera, la madrugada había suspendido el viento en este hemisferio, para que nada perturbara nuestro ritual de comunicación silenciosa, mientras en el altiplano brasileño, el calor húmedo del sol de la tarde calienta el interior de otro trozo de pirita descartado, cuyo débil latido marca el tiempo que nos queda por vivir a los que estamos en el mundo y lo miramos con una perspectiva geológica.”

La dispersión de los vapores salados del estanque del manglar me devolvió a la realidad. Casi había anochecido y el zureo de la tórtola se repetía con una recurrencia incesante, y se escuchaba algo lejano, desde su cobijo escondido en el laberinto.”

CONTINUARÁ

(Otra versión de la semblanza de Bianca se puede encontrar en la serie 'Retratos')

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-10-09.

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