miércoles, 14 de octubre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (XIV)

(….) “Las calles de Heliópolis están mas calientes de lo esperado en pleno otoño astronómico. El tiempo meteorológico, tan proclive aquí a desviarse de los cuadrantes que han inventado los astrónomos para identificar los intervalos de las distintas estaciones, nos regala hoy una mañana de estío, en pleno octubre, con temperaturas que rondan los treinta grados y una luz cegadora que, además de agredir mis maltrechos ojos, confirma el nombre que le puse a este lugar de fabulación, Heliópolis, la ciudad del sol.

Cuando regresé del paseo, por la tarde, me senté en el sillón de mimbre, conecté los amplificadores que reproducen los sonidos de la pajarera y escuché, relajado, el canto de los jilgueros, cuyos alardes, de mayor virtuosismo que de costumbre, parecían indicar que estaban entretenidos en juegos de apareamiento.

En cierta ocasión visité a un ornitólogo amigo y me contó que, en la enorme pajarera de su jardín, los pájaros que allí habitaban permanecían en silencio día tras día, desde que terminaron las tardes declinantes de noviembre y el único sonido que se escuchaba era el rumor de las hojas secas de las acacias, movidas por el viento.

Ni siquiera el jilguero ciego de dos colores, el virtuoso de la población aviar, articulaba sonido alguno. El ornitólogo, después de descartar, una por una, las posibles causas naturales origen de aquel silencio, tras una ardua investigación sobre la salud de los pájaros, estuvo a punto de darse por vencido. Tuvimos una conversación sobre el asunto, consultó con un chamán y mi amigo tomó una decisión extrema.

Si no cantaban, compondrían. Tapizó el suelo de la pajarera con papel pautado, dejó un cacharro con tinta china junto a los bebederos, salió del recinto y se dispuso a esperar.

Al cabo de unas horas volvimos y retiró el papel pautado de la jaula. Nos detuvimos a observar las marcas dejadas por las patitas de las aves impregnadas de tinta y encontramos cierta regularidad en las repeticiones y un ritmo musical implícito en el modo en que se hallaban distribuidas. Llamamos a un amigo común, músico de cuerda, y le pedimos que interpretara, allí mismo, en la pajarera, las primarias notas dejadas en el pentagrama por los jilgueros.

Al arrancar el chelo, todas las aves de la colonia se unieron al concierto en un único, variado y extraño canto que provocó el asombro del ornitólogo quien, nunca antes, en su larga vida de observador de la conducta de los pájaros, había escuchado algo igual.

Meses mas tarde me contó que las aves siguieron cantando aquel invierno y continuaron sus trinos en la primavera y el estío siguientes

Al llegar el siguiente otoño, cuando le visité otra vez, los cantos habían variado de registro y habían vuelto a los patrones habituales de cada especie. Cuando mi amigo intentó que sus pájaros se atrevieran de nuevo con la composición, se encontró con su distraída indiferencia. Al recoger el papel pautado, no quedaba rastro de la tinta china, que las aves habían despreciado y, en su lugar, había una mancha difusa producida por las deposiciones de los pájaros cantores.

Pasaron muchos otros otoños y los pájaros nunca volvieron a componer, pero ya no retornaron a la etapa de silencio.

Sostiene mi amigo, el ornitólogo, que nosotros, los humanos, también fuimos pájaros una vez, y que algunas de las tristezas que nos afligen se derivan de la ausencia de alas, a la que no nos hemos acostumbrado todavía. El ve un mundo en la tarde que declina sobre el asfalto, donde los pájaros grises que perdieron sus alas en el pleistóceno, arrastran su humanidad de sobrevivientes por las calles suburbanas, con el peso sobre sus espaldas de la libertad perdida. Insisten, pese a todo, en seguir viviendo su existencia a ras del suelo, aunque en algunos, el dolor que les produce la pérdida del dominio del vuelo segrega una melancolía intolerable, que reduce a un nivel de pura subsistencia su presencia en el mundo.”

Me dijo muchas mas cosas, que reservo para otro momento. Le dije a mi amigo, el ornitólogo, --No estás muy alegre hoy, ¿ he? Me despedí, y regresé a mi jardín.

CONTINUARÁ

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-10-09.

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