miércoles, 7 de octubre de 2009

EL JARDÍN DE HELIÓPOLIS (VI)

….) EL LABERINTO ha sido dispuesto justo al principio del jardín para que solo las visitas informadas sepan encontrar la verdadera puerta de entrada, pero para no caer en un exceso de misantropía, cualquiera puede disponer de una probabilidad de un quinto para alcanzar, sin información previa, la puerta del jardín. Así solo me podrán acusar de misántropo en un ochenta por ciento. Si por azar eligen una falsa puerta, el camino circular les conducirá a uno de los recintos cerrados.

Si toman la primera puerta falsa, el recorrido sin salida les conducirá a la guarida de los vegetales alienígenas. Allí, criaturas venidas de otra galaxia, ocultas entre los setos de ciprés, sin dejarse ver,les impregnarán de su propia sustancia vegetal hasta reconstruirlos de acuerdo con sus deseos e intereses. Cuando consigan salir del laberinto y regresen a su casa sin haber visitado el jardín, al acostarse después de haber visionado los horrores del día en su televisor, las células vegetales implantadas en su cerebro sin que se apercibieran de ello, tratarán de convencerlos de que domicilien su nómina, contraten el seguro de su automóvil, aseguren su vida, utilicen un determinado medio de pago para sus compras y gasten mas de lo que ganan, por la vía del crédito.

(Nota del editor: Conviene recordar que este texto que ahora se reescribe, fue escrito originalmente en 2.004)

Después de esa labor de proselitismo, en la primera fase del sueño, esas criaturas vegetales se reúnen para conferenciar entre sí, intentando descubrir nuevos campos de actividad en los que todavía no están presentes, pues su objetivo no es otro que llegar a controlar el ciento por ciento de las decisiones de contenido económico de los sujetos que los han acogido como huéspedes.

Terminada la conferencia, conectan una terminal vegetal mínima al caudal venoso de sus víctimas y extraen una parte infinitesimal de sangre para su propio consumo, sin cuya aportación no pueden conciliar el sueño.

Antes de visitar el laberinto, es recomendable recabar información para entrar por la puerta adecuada, salvo que no se consideren inconvenientes las agresiones alienígenas, lo que corresponde al dominio de cada uno.

Si toman el camino de la segunda puerta falsa, al llegar al recinto cerrado encontrarán restos de algunos frisos procedentes de los derruidos templos de la cultura tolteca. En esos glifos recuperados podrán leer la historia de los hombres planta, mito que tiene su origen en la patética soledad en que vivieron cuando aún tenían forma humana, pues las mujeres mas extraordinarias de su época fueron
convertidas en piedra, a causa de su perfección, para ser veneradas como divinidades por su pueblo.

Para escapar de su soledad, los hombres planta fueron perdiendo del todo su condición humana, hasta convertirse en mera sustancia vegetal que, finalmente, concluyó en apasionada coyunda entre piedras y plantas que ha perdurado con el paso de los siglos, como se puede observar en la estrecha unión presente en los frisos recuperados, aunque quizás, los arqueólogos actuales dictaminen sin mas que se trata del mal de la piedra. No hay que creerles. Ellos no son poetas.

El elemento mas peligroso del laberinto, el mas letal, se encuentra en el recinto cerrado al que se accede por la tercera puerta falsa. Se trata del árbol de palabras.

Sus frutos tienen todos la apariencia de comestibles, pero no todos lo son realmente. Tiene una propiedad extraordinaria. Si la persona que se acerca no es un escritor, ni alguien que crea serlo, el árbol, utilizando sus propiedades aromáticas, le orienta siempre a la elección de frutos comestibles.
Cuando el árbol detecta –y lo hace con una precisión extraordinaria-- la presencia de un escritor, o alguien con ínfulas de serlo, inhibe esa propiedad odorífera y deja que sea el propio sujeto quien tome el fruto según su personal elección.

Los efectos para el sujeto de la ingestión de un fruto no comestible, no son letales para su integridad física. A lo sumo, una indisposición pasajera. Pero se trasladan a lo que escribe con una contundencia proporcional a lo desacertado de su elección. Si muerde un fruto que corresponde según el código genético del árbol a una muletilla gastada hasta el exceso, igual está dos días con síntomas de gastroenteritis, además de echar a perder el trabajo de seis meses.

Si se come solo un tópico presente en las prácticas acomodaticias del lenguaje, puede sentirse mal durante veinticuatro horas, pero si acumula dos frutos averiados, es posible que termine en algún box de la sala de urgencias del hospital mas próximo, y la ira de los editores le condene al ostracismo.

Si tiene la desgracia de que eso le suceda a usted, además deberá soportar la presencia de un equipo de fumigadores en su gabinete de trabajo habitual, que intentará eliminar las moléculas residuales de esa peste imitativa y quemará las cortinas, como se hace con la frágil y criminal textura del nido de la oruga procesionaria, para evitar la extensión de esa pandemia que amenaza con destruir el rico y variado bosque de la palabra.

Luego está el asunto de las repeticiones no deliberadas. Si tomas dos frutos exactamente iguales en apariencia, aunque resulten ser comestibles, puede que ni siquiera debas guardar cama, pero es seguro que, cada dos páginas, incurrirás en repeticiones involuntarias, y si no tienes a nadie que las elimine por ti, vas listo.

Por suerte, hay otra propiedad del árbol que no es beligerante contra los escritores. El número de frutos que produce, aunque no siempre estén visibles, es casi infinito. Cada vez que alguien toma un fruto de su fronda, produce dos nuevos, de modo que siempre hay una cantidad creciente disponible, en cualquier estación y a cualquier hora del día o de la noche. Solo hay que alargar la mano y tomarlo, pero dado que no se pueden distinguir por su perfume los comestibles de los que no lo son, ser escritor tal vez consiste en aprender a identificarlos de alguna otra manera.

Ayer debí tomar dos frutos iguales en apariencia y ninguno de ellos era comestible, porque he comenzado el día con ligeros espasmos gástricos, además de verme obligado a escribir de nuevo, algo que ya estaba escrito con demasiadas repeticiones.

Tanto si el árbol de palabras resulta ser una imagen acertada, como si no lo es, el lenguaje, como la vida, ofrece un amplio abanico de elecciones, y tu grado de satisfacción con la vida o con la escritura, depende en buena parte del uso que hagas de esa capacidad de elección.

(Lo de la cuarta puerta, lo dejo para mañana.)

CONTINUARÁ

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 7-10-09.

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