jueves, 13 de enero de 2011

AGENTE FUNERARIO

Ayer estuve con un colega en el Aula de Teatro, y me contó una cosa muy graciosa. Al parecer una parte de los clientes fumadores de los bares aprovechan ese momento propiciado por la ley que regula el consumo de tabaco, --Voy a fumar, para irse sin pagar del establecimiento, dejando colgado el importe de sus consumiciones.

Es tal la importancia cuantitativa de esa picaresca, esa nueva forma de morosidad,que los hosteleros están considerando seriamente implantar, sin excepciones, la fórmula del pago anticipado que ya está vigente en otros países menos pícaros que el nuestro.

Mi colega me dijo también que tiene en su casa los papeles repartidos en el Aula cuando empezó el curso, y se ofreció a prestármelos para copiarlos, porque me van a hacer falta para cumplir con el programa de este trimestre.

Al parecer, esos papeles incluyen fragmentos de obras teatrales de Ibsen y Valle Inclán, porque el profe quiere que estudiemos el naturalismo de Ibsen y el expresionismo mágico y simbolista de Valle. Cuando tenga los papeles en mi poder, escribiré algo sobre el tema.

Además, los papeles incluyen la sugerencia de que vayamos pensando en otros personajes que nos gustaría incorporar a nuestro repertorio teatral, distintos a nuestras experiencias vitales, como un modo de aproximarnos a la creación de emociones, a la representación pura de sujetos ajenos, con los que no tenemos nada que ver.

Inspirado en una vieja página del blog, casi olvidada, Lovelace, de momento se me ocurre que uno de esos personajes podría ser, porque no?, un agente funerario.

"La página citada incluye un monólogo de un agente funerario que visita a una viuda inglesa, con su marido muerto de cuerpo presente, acompañado de los asistentes que están adecentando el cadáver, y trata de convencer a Lovelace, después de mostrarle los servicios que incluye la poliza de seguro del finado, de que la cremación prevista en la póliza tiene un grave inconveniente, ese ritual no permite una graduación temporal adecuada del sentimiento de pérdida, por lo traumático de su cermonial, mientras que la inhumación, con una losa de proporciones anatómicas y piedra natural --por un módico suplemento-- permite mantener el recuerdo en efigie del finado, y el tacto cálido de la piedra natural --el mármol no es aconsejable-- puede ser una prolongación de la relación táctil con el marido ausente, en las visitas sucesivas a su sepultura, durante el tiempo necesario hasta que el duelo haya cumplido su función sanadora del dolor de la pérdida.

Lovelace, por su parte, mientras el agente funerario, con una voz melosa de tenor retirado y ademanes sinuosos de noble florentino, le vende la idea del suplemento de la póliza, piensa en la cremación como el mejor modo de perder de vista de un modo rápido y efectivo, al maromo del lecho yacente, quien le ha hecho todas las putadas del mundo, le fue infiel desde el mismo día de la boda, y se liaba con cualquier cosa que llevara una falda, sin ningún respeto por el vínculo afectivo que los unía, hasta que, por fin, la muerte lo ha desatado.

Escribí esta página después de observar, en múltiples ocasiones, como las mujeres viudas o divorciadas, superada la curva crítica del trauma de la muerte del marido, alcanzaban un estado de euforia permanente al librarse del maromo, recuperar su libertad individual, y gozar de la camaradería compartida con otras mujeres en su misma situación.

La mayoría de estas mujeres liberadas del yugo matrimonial,-- se de alguno de esos cadáveres que, en vida, les daban a sus mujeres cada día el dinero justo para la compra y las controlaban con métodos policiales-- no se volverian a casar ni jartas de vino, y sienten que están en la mejor etapa de su vida.

Sin embargo, cuando escribí el relato de Lovelace, dado que la imaginaba mas joven
que las otras mujeres a las que me he referido, decidí darle otra oportunidad.

El desenlace del relato se resuelve cuando Lovelace, que está pensando en la cremación, ve a través de la ventana al guapo rumano, vecino de la casa de al lado, viudo reciente, esperando el bus con un ramito de crisantemos en la mano. Se imagina
visitando la tumba del marido muerto con esa minifalda negra que el nunca consintió que vistiera, y como su figura atractiva, sus piernas enfundadas en medias negras,
despertarían todavía el interés de otros hombres, --por ejemplo el rumano-- que la merecieran mas.

Entonces se vuelve al agente funerario y le dice, sin vacilar, de acuerdo, inhumación, con piedra en la sepultura, pero tiene que ser en Charing Cross ."

Creo que este relato, que se puede teatralizar con algunas modificaciones, cumple
las condiciones exigidas a los personajes, aunque lo sabré cuando tenga los papeles en la mano.

Esta tarde he pasado un rato delicioso charlando con mi mujer, mientras tomábamos café juntos en la franquicia de un centro comercial.He compartido con ella muy buenos ratos en los últimos cincuenta años, y si alguno ha habido malo ha sido por mi mala cabeza, porque ella es una persona equilibrada, serena, sensible al dolor ajeno, discreta en sus relaciones con la gente, pero no indiferente a los demás, sin la que mi vida habría sido un auténtico desastre. Como dijo una vez mi ex siquiatra, que suerte tienes, cabrón.

Después hemos vuelto a casa, y como mañana he de hacer una visita, por motivos familiares, a un pueblo serrano próximo a Buñol, he añadido esta entrada que publico con fecha de mañana, para cumplir con la obligación que yo mismo me impongo de una aportación diaria al blog que, por cierto, alcanza ya 1.134 entradas acumuladas. Otra cosa no, pero currante, si soy.

En fin. Agente Funerario.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-01-11.

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