El Tiempo de los Faraones parece que declina, no solo la tumba de Tutankamon ha debido ser cerrada porque el aliento de los visitantes es mas letal que el paso de los siglos para los tesoros arqueológicos que allí se custodian, sino que al báculo de Mubarak, el último faraón, que ha sido movido para ordenar a sus lugartenientes la detención de 700 personas, (El País, primera) se lo están comiendo las termitas que afloran de la primera revolución democrática cibernauta de nuestra sangrienta historia universal.
El tiempo histórico es muy raro. He sostenido en el Blog que el siglo XX se prolongó hasta que surgió la crisis financiera de 2.007, pero el hallazgo casual de un escrito mío de 2.001 me recuerda que el tránsito al tercer milenio estuvo marcado por la brutalidad del ataque a las Torres Gemelas en 2.001. Resolver esa aparente contradicción exige diferenciar entre la historia económica, marcada efectivamente por las crisis financieras, y la historia política, que no hay duda que se reinventó, para mal, creo yo, a partir del salvaje atentado que convirtió a Al Qaeda en el árbitro de la política occidental en el mundo árabe.
Recuerdo con nitidez que aquel día de 2.001, yo ejercía de director financiero en una empresa manufacturera dedicada al mármol y me encontraba junto a uno de sus socios cuando mi mujer me llamó por teléfono para contarme que estaba asistiendo al relato televisivo, en directo, de aquella monstruosidad.
Debió ser unos días mas tarde, después de haber visionado en diferido imágenes de aquella tragedia, cuando escribí el texto que me la ha recordado. Aquel acontecimiento, relativamente lejano, creo yo que tiene vinculaciones políticas con lo que sucede ahora mismo en los paises árabes.
La aparición de Al Qaeda en la escena mundial tuvo consecuencias en las relaciones polìticas de las potencias occidentales con los países árabes. La consigna de que había que frenar a Al Qaeda no solo se tradujo en las guerras de Irak y Afganistán, sino que consolidó las satrapías de Túnez, Egipto, Libia, Marruecos, etcétera, que desde aquel momento pasaron a ser bastiones anti Al Qaeda, y cuyos régimenes autoritarios había que apoyar para frenar el nuevo terrorismo, como sucedió durante la guerra fría con otros países no democráticos, entre ellos el nuestro, constituídos en bastiones anti comunistas.
Durante un decenio, esas dictaduras se han mostrado muy estables, apoyadas por Occidente, hasta que el brusco aumento en los precios de las materias primas y la revolución tecnólogica de Internet, han roto esa estabillidad. Esta ruptura parece que tiene, al menos, tres componentes, uno económico --el comportamiento de los precios de los bienes mas necesarios-- otro tecnológico, la extensión a esos países
de las modernas tecnologías de comunicación, y otro político, el surgimiento de una especie de democracia cibernética, en aquellos países que cuentan con una clase media informada.
Naturalmente, estos factores operan en un caldo de cultivo previo, cuyo aroma putrefacto se nutre de sistemas dictatoriales, distintos en algunas cosas, semejantes en otras.
Es curioso el caso de Libia. Muammar El Gaddafi es un tipo que va disfrazado de beduíno, que duerme en una jaima, pero estudió en los mejores colegios ingleses, lo que parece indicar que la deformación de sus estructuras neuronales debe ser muy semejante a la de Cameron.
En cuanto a Ben Alí, ahora sujeto de una orden de busca y captura, aunque se ha refugiado en Arabia Saudí, todo el mundo conoce que ha sido el protegido de Francia, de Sarcozy, hasta ayer mismo. Por cierto, Francia protegió también a Jomeini, por lo que algo tuvo que ver con que Irán pasara, de una dictadura de corte occidental, como fue la del Sha, a una dictadura teocrática, aún mas terrorífica.
En Marruecos, la empresa mercantil gobernada ahora por el sucesor de Hassan II en beneficio de su clan familiar, parece que la institución de la monarquía, tan querida por los marroquíes porque la asocian con la independencia de su país del yugo occidental, se muestra como un bastión mas resistente que los otros gobiernos, igual de autoritarios, pero menos simbólicos.
Ahora mismo, en Túnez, la actitud de algún general ha evitado de, momento, un baño de sangre generalizado. En Egipto, un país mucho mas grande, mas poblado y mas influyente en el mundo árabe que Túnez, Mubarak, el último faraón, ha optado por
la represión, las detenciones masivas y por la agitación del fantasma del integrismo, los Hermanos Musulmanes, desmentida anoche mismo por la corresponsal de nuestra televisión pública, que ha comprobado sobre el terreno esa falsedad.
Cuenta El País de hoy que a pesar de las detenciones, de la represión, del intento de control de las redes sociales, y de la cortina de humo del integrismo lanzada desde el poder, 'Miles de egipcios desafiaron ayer la orden del Gobierno de prohibir las manifestaciones y volvieron a las calles para exigir el fin del régimen de Hosni Mubarak', El Último Faraón.
El tiempo histórico es algo raro. Una revolución tecnológica, la llamada Revolución Industrial, en su primera oleada, cambió las relaciones de poder y el modo de vida de las gentes de un modo inimaginable para los que vieron los inicios de la máquina de vapor.
Ahora, la democratización y universalización de la información, a través de Internet, ese medio nuevo en el que nuestra ministra Sinde ve amenazas y perjuicios que hay que regular, puede estar influyendo, de un modo decisivo, en la democratización del mundo árabe. Solo por eso, deberíamos evaluar los costes y beneficios de Internet, antes de demonizarlo.
En otra entrada, me referiré a ese texto, 'Cenizas', de 2001, que me ha inspirado la entrada de hoy.
De nada.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 27-01-11.
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