Entre quienes usan la técnica de la propaganda política de modo cotidiano, es un axioma aceptado que una mentira, repetida insistentemente, termina por ser aceptada como algo verdadero por aquellos a quienes va destinada.
Sin embargo, los mismos que usan esa técnica, quizás no son conscientes de que, en su afán por hacer que sus mentiras parezcan verdaderas, terminan transmitiendo también una verdad, la de su condición de mentirosos, que algunos percibimos con tal nitidez que, cuando vemos sus rostros en televisión, en una foto de prensa, o en la calle, y cuando recibimos los mensajes que repiten de modo cotidiano, conscientes de que esos sujetos no merecen la menor credibilidad, al escucharles o leerles, siempre pensamos que lo que dicen es mentira, incluso cuando, con suma habilidad, lo mezclan con algo verdadero.
(...)
La vida política de Heliópolis está llena de estos mentirosos tácticos o estratégicos
pero son sobre todo quienes ejercen cargos mas 'políticos' sin contenido técnico o instrumental, a los que se les nota mas su condición de mentirosos.
Si uno tiene a su cargo una consellería económica, o sanitaria, los datos técnicos, estadísticos, numéricos, de su gestión, susceptibles de ser seleccionados antes de su uso, la comparación de un déficit, por ejemplo, con otra administración, la elección de una serie temporal que resulte favorable a sus argumentos, son elementos mas sutiles que les permiten un manejo mas conveniente del discurso político, sin recurrir a la pura, simple y brutal mentira de un relato ficticio que usan casi cada día quienes carecen de ese soporte técnico de su gestión.
Un ejemplo cualquiera, tomado al azar. Hoy he escuchado por la radio al conseller Blasco y ha dicho, literalmente, que la crisis económica y financiera que tiene entrampado al país, la ha creado el Presidente Zapatero. Analicemos esta declaración.
Hombre, hay consenso en que Zapatero ha enfrentado la crisis tarde. También hay consenso en que el origen, la génesis de la crisis, está en Wall Street.
El desastre del sector del ladrillo, es una consecuencia de la crisis, y su burbuja especulativa fue un fenómeno generalizado, no personal. Aunque solo sea por el hecho de que un simple ex profesor de Teoría del Estado es incapaz de montar el solo un cirio como este, lo que ha dicho Blasco es una mentira grosera.
Pero es que Blasco, y otros como el, llevan repitiendo esa mentira mucho tiempo, y la seguirán repitiendo mientras haya elecciones a la vista.
En cuanto al Molt Honorable, el señor Camps, lleva contando un relato de ficción desde que apareció en política, según el cual, esta Comunidad civil y política, que al parecer es mas suya que nuestra, es un lugar idílico, gracias a su política de Grandes Eventos. No importa que la Ley de Dependencia se aplique aquí de modo mas chapucero que en otras comunidades, por ejemplo Navarra.
Nadie pone en cuestión que, tanto Camps, como Blasco, como Cotino --otro que tal--
nos representan con los votos de los electores. Pero es evidente que hay distintas
maneras de ejercer esa representación.
Lo de Camps, hasta cierto punto, lo puedo entender. El brutal ataque de Zaplana cuando Camps comenzó su ejercicio como President, que puso en cuestión y en peligro su estatus en el partido y en el cargo, con una saña salvaje, debió de ser una experiencia tan tremenda que, una vez superada esa amenaza, ha alterado su percepción de las cosas. Igual el se cree que esto es un paraiso de verdad, y carece
de sentido autocrítico.
Lo de Blasco es distinto, cuando sonríe se le ve el colmillo retorcido a una legua, y su trayectoria política es la de un trapacero acostumbrado a la mentira y la trampa desde su mas tierna infancia --política.
Lo que tenemos aquí, en la Comunidad Valenciana, es una paradoja. Tenemos unos políticos de la derecha elegidos en las urnas, pero la mentira y los Grandes Eventos
son exactamente los mismos recursos políticos que comenzaron a mostrar su eficacia en la Alemania nacional socialista de los años treinta, bajo la dirección de Goebbels, el ministro de propaganda del gobierno de Hitler.
Acaso no eran Grandes Eventos aquellos actos de masas organizados por Speer, el arquitecto del régimen y Lenny la escenógrafa, cuyos guiones escribía Goebbels?
Acaso la ocultación, que es una forma de mentira, no estaba bien presente en las prácticas de comunicación nacional socialistas? Acaso la opacidad no es en nuestros días la divisa del gobierno de Camps, en los asuntos que le son mas sensibles?
Grandes Eventos, mentiras, ocultación y opacidad, están presentes en las prácticas de quienes nos gobiernan, por un mandato democrático, pero usan procedimientos de control social propios de régimenes autoritarios.
Y sin embargo, la repetición de sus mentiras, una y otra vez, sin descanso ni tregua,
impide que, en conjunto, la ciudadanía tenga una idea objetiva de la naturaleza de su gestión. Y eso no es imputable a los receptores de las mentiras, sino a los mentirosos.
Podría ocurrirle a Camps como a Zapatero, en cierto modo. Así como Zapatero tuvo una visión errónea de la verdadera situación del país, hasta que la crisis le pasó por encima como un trailer sin frenos, si la extremadamente crítica situación financiera de Heliópolis termina por ser percibida por la población, antes de la próxima cita electoral, la imagen idilica que Camps trata de sostener a duras penas, se licuará como un caramelo de miel, con algo de hiel, en la boca.
Lo lamentable de todo esto es el coste para los ciudadanos de la imprevisión de Zapatero, a nivel nacional, y el amargo despertar que nos espera aquí cuando las mentiras, las ocultaciones y las ilusiones manipuladoras de los Grandes Eventos choquen con la verdadera naturaleza de nuestros problemas financieros, económicos, sociales y políticos.
En fin. La verdad de las mentiras.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM)24-01-11.
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