sábado, 8 de enero de 2011

MARGINACIÓN

Apocalíptico integrado como me siento,no una cosa ú otra como quería Ecco, sino todo junto y revuelto en contradicciones, nunca había conocido hasta hoy lo que es la sensación de marginación.

Tomar café con la taza sobre el afeizar del ventanal del Maravillas, mientras fumaba un cigarrillo, junto a dos clientes mas, y ver a través del cristal a los clientes ordinarios del bar en el cálido y acogedor ambiente del interior disfrutar de la lectura del periódico, mientras un rayo divino nos enviaba a los fumadores exteriores el castigo de un viento helador por nuestro pecado nefando, me ha hecho sentir en mis carnes, con un realismo sobrecogedor, mi nueva condición de marginado.
(...)

Ciertas marginaciones, excepto las que se originan en la miseria extrema, tienen un componente de auto marginación voluntaria, uno se exilia voluntariamente fuera de los márgenes de la sociedad, pero ese acto marcado por la voluntariedad de los vicios y pecados, o por el asco de las purulencias que supuran nuestras democracias heridas, acaba por convertirse en una exclusión de la que uno no puede escapar casi nunca, excepto en el caso de Ted Williams, el indigente de Columbus (Ohio), ahora recuperado para la vida pública por su prodigiosa voz, con la ayuda de Internet.

Cuando nos ha llegado el turno del periódico a los clientes externos, dos frases de tres líneas me han llamado la atención entre los titulares.

Una es de Millás, y no puede ser mas inteligible y escueta.

"Toda ley necesita del concurso del sentido común de quienes han de cumplirla. Esta, también." Se refiere a la mal llamada Ley Antitabaco, que es en realidad una ley para proteger a los fumadores pasivos, de los que dicen que 1.500 personas al año, solo en el ramo de la Hostelería. son víctimas del hábito del tabaco.

No discuto la necesidad de regular el consumo de tabaco, otra cosa es si la Ley que han aprobado sus señorías era la única posible, y hasta que punto su aplicación tal como se hace hasta este momento, no vulnerará otra que ya nos anuncian, "la Ley de Igualdad de Trato, que intentará", "que nadie pueda sentirse humillado"'.

Nunca me había sentido tan humillado, tan excluído, tan marginado, en mi ya larga vida, como esta mañana con mi taza de café puesta sobre el alfeizar de la ventana, mirando a través del cristal, como un niño excluído mira a través de los escaparates los juguetes que nadie le puede comprar.

Me sorprende la frase de Millás, cuya producción escrita sigo con habitualidad, y me parece, antes que otra cosa, de una singularidad inimitable, por mucho que el cite a Kafka como su referencia literaria. Tengo la sensación de que cuando Millás está despierto, su pensamiento es onírico, pero al parecer cuando echa la siesta, el funcionario aficionado a la Teoría del Estado que todos llevamos dentro, lo coloniza.

Esta tarde, después de comer el pollo relleno sobrado de Navidad, echaré la siesta, y seguro que me viene al pensamiento alguna frase parecida, como si fuera un letrado del Estado, en rebeldía, por ejemplo, esta:

"Ninguna ley de parlamento alguno de nuestras democracias heridas, merece el acatamiento de los ciudadanos, hasta que quienes las redactan, las promulgan, las aprueban, practiquen el sentido común y los comportamientos éticos que el respeto a la soberanía popular, fuente constitucional, les demanda."

Es un poco mas larga que la de Millás, la frase, pero no quito ni una coma. En España, en particular, vivimos en una democracia herida, cuyas llagas supuran de un modo cada vez mas visible y maloliente. No hablo solo de la corrupción económica, de la influencia de los lobbys, que también, sino del absurdo del turnismo entre los dos únicos partidos grandes, como en la época de Cánovas y Sagasta, que lleva a que ahora, la socialdemocracia ocupe de tal modo el espacio de la derecha, que los portavoces del PP hablan ahora como si fueran miembros de un partido de extrema izquierda extraparlamentaria, y se disponen a centrar la próxima campaña electoral en visitar cafeterías, hospitales y parques, para pescar en los once millones de votos de los fumadores afectados por una ley que podía haber sido otra.

Encuentro algo positivo en la promulgación de esta nueva ley. No recuerdo que ninguna otra ley reciente haya hecho tanto en favor de la insumisión ciudadana como esta. En ese sentido, constituye un necesario entrenamiento para aprender a resistir las injusticias latentes en el numeroso paquete legislativo que el gobierno de un partido que ha perdido su identidad histórica, tratará de imponer como un trágala.

Lo mas triste de todo esto es que, ante la arbitrariedad y el abuso político,
Millás nos demande sentido común a los ciudadanos, en lugar de insumisión. Que decepción.

En fin. Marginación.

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